El martes, el Gobierno del presidente López Obrador presentó un calendario con el que los mexicanos regresaremos a lo que han llamado la Nueva Normalidad.
Nos enseñaron un semáforo que determinará cuándo y cómo iremos retornando a las calles, a nuestros lugares de trabajo o estudio.
La nueva normalidad, sin embargo, no es ni nueva ni será normalidad. Nada de lo que hicimos o conocimos antes de esta pandemia podrá ser igual. Lo que haremos cuando salgamos del encierro será construir una nueva realidad.
Como muchos, el trabajo en casa nos alentó a mejorar nuestro desempeño, pero al mismo tiempo nos dimos cuenta de que nuestros colegas son primordiales para que las tareas asignadas tengan los resultados esperados. Una nueva relación con ellos, en la que las distancias físicas tendrán que imponerse en tanto no exista tratamiento o vacuna para el Covid-19.
Lo mismo tendrá que suceder en nuestra actitud al tomar el transporte público o al manejar por las calles de la ciudad: debe haber un nuevo comportamiento para generar una mejor convivencia.
Lo mismo debería suceder con nuestros vecinos. Nos dimos cuenta de que algunos fumaban mariguana o que sus guisos eran extremadamente deliciosos solo por el olor que despedían de sus cocinas o que, ya entrada la noche, esos sonidos raros, pero normales en parejas de casados, novios o amantes habían pasado desapercibidos en nuestra “vida normal”. Algunos, los menos, se quejaron de todos estos “excesos”.
Tal vez las relaciones familiares se hayan estrechado, o quizá se desmoronaron por la incompatibilidad de formas de ser. Esas relaciones, las más importantes en casi todos los seres humanos, provocarán que abracemos a la verdadera familia, sea la de sangre o la fundada en la amistad y en la confianza.
Yo quisiera que la nueva vida que afrontaremos sea menos caótica, estresante, violenta.
Creo que el 1 de junio no será la fecha en la que se regrese a la normalidad si lo que queremos es evitar más contagios, más muertes y un colapso sanitario acompañado de una profundísima crisis económica. La hemos ido librando, no cometamos el error de que las prisas por “regresar” nos lleven a una situación más grave que la de hoy. En pocas palabras, como decían las abuelitas, que el caldo no salga más caro que las albóndigas.
Espero, deseo, que hayamos aprendido la lección.
La Letrina. Lo que no está cambiando, y debería ocuparnos, es la violencia que viven mujeres, niñas, niños y adultos mayores en esta pandemia. Las agresiones en su contra crecieron. Como sociedad, en ese tema, estamos muy mal.
@Fercoca