La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), considera a la cultura como el conjunto de rasgos distintivos espirituales, materiales, intelectuales y afectivos que nos caracterizan como sociedad, que engloba las artes, nuestros estilos de vida, los sistemas de valores, tradiciones, costumbres y creencias.

 

Después de la aprobación, en 2001, de la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, la ONU estableció en 2002, al 21 de mayo como el Día de la Diversidad Cultural para el Desarrollo y el Diálogo, para destacar el valor que tiene este mosaico de conocimiento diferenciado como motor de progreso.

 

En el contexto de pandemia mundial, las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) han sido facilitadoras de muchos campos, el desarrollo y la difusión de contenidos culturales no han sido la excepción.

 

La oferta de estas actividades, antes instrumentada de forma presencial, tuvo que adaptarse al espacio digital.

 

Quienes han podido quedarse en casa y tienen acceso a Internet, desde sus hogares, a través de sus computadoras, tabletas o teléfonos móviles, han podido ver obras de teatro o conciertos, tener a su alcance libros electrónicos (e-books); o bien, recorrer virtualmente grandes museos como el Templo Mayor o el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, el Louvre en París, o el Británico en Londres.

 

En un país como el nuestro, que se distingue por la enorme riqueza de su diversidad, los bienes y servicios culturales deben ser concebidos como fuentes de desarrollo, y en esta nueva realidad, las TIC pueden maximizarlos.

 

De acuerdo con el INEGI, en 2018, la participación económica del sector de la cultura en el PIB nacional fue del 3.2%, lo que representó la cantidad de 702 mil 132 millones de pesos.

 

En cuanto a la distribución porcentual del PIB de dicho sector por áreas generales, por mencionar algunos ejemplos, se tiene que los medios audiovisuales equivalían al 36.8%; las artesanías a un 18.8%; la producción cultural de los hogares a un 18.6%; el diseño y servicios creativos a un 8.2%; y las artes escénicas y los espectáculos a un 5.5%.

 

La UNESCO ha reconocido el potencial que tiene la economía creativa para el crecimiento de las naciones, pues al promover la creatividad de las sociedades, se afirma su identidad y sus habitantes pueden mejorar su calidad de vida.

 

Dicha economía encuentra sustento en las industrias culturales que abarcan campos como la música, el arte, la escritura, la moda, el diseño, los medios, entre otros; y las industrias creativas, que consideran la innovación, la investigación y el desarrollo de software.

 

Apuntaba Johan Huizinga, quien fuera profesor de historia y miembro de la Real Academia de Artes y Ciencias de los Países Bajos, que “si deseamos preservar la cultura, debemos continuar creándola”.

 

México tiene un tesoro de diversidad cultural inmenso. Tenemos la oportunidad de vislumbrar y aprovechar la amplia gama de opciones que nos ofrece el sector cultural, el cual, junto con políticas públicas que fomenten la creatividad y la innovación, combinados con las TIC, pueden contribuir a impulsar la economía; además, de reforzar un sentido de pertenencia nacional y de orgullo de ser quienes somos.

 

Comisionada del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México (INFO).

Twitter: @navysanmartin