Claudia Sheinbaum presentó el primer calendario de un eventual regreso a la actividad en la Ciudad de México, ligado al número de camas ocupadas en los hospitales capitalinos y al número de contagios.

Se trata del primer calendario con especificaciones claras y precisas sobre los momentos en los que el famoso semáforo de la Secretaría de Salud puede cambiar de color.

El calendario contempla además los porcentajes de personas que pueden incorporarse a las actividades consideradas no esenciales a partir del cambio de color del semáforo.

Este es el primer calendario con acciones precisas, no generalizaciones, sobre cómo se volverá a la actividad económica a partir del 15 de junio.

Es decir, a los habitantes del Valle de México, nos falta aún casi un mes para evaluar si se puede volver a la calle con las precauciones debidas.

La importancia de este calendario del Gobierno capitalino es que puede marcar el camino para el resto de las entidades federativas.

Cada estado ha propuesto medidas generales, pero la gradualidad de la reactivación económica, sobre todo de los sectores no esenciales, es la novedad en el calendario de Sheinbaum.

Otro distintivo del anuncio de la jefa de Gobierno es que está previendo que el aplanamiento de la curva ocurra en septiembre, contrario a lo que diario escuchamos decir sobre si ya domamos la pandemia o ya alcanzamos el pico de la mentada curva.

Evidentemente un calendario no es la panacea ni resuelve el fondo del problema, pero ofrece claridad respecto a los pasos que seguirá la autoridad lo cual permitirá a los ciudadanos de a pie comenzar a programar sus actividades.

Por algo debemos comenzar.

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Por cierto, Sheinbaum dijo que las escuelas en la capital del país no se abrirán probablemente hasta el mes de agosto.

La idea, como le comentamos ayer en este espacio, es que solo se regrese a las aulas cuando no haya ningún riesgo para los alumnos.

Regresar en agosto no tendría caso, porque ya se estaría en el periodo vacacional; el calendario escolar termina los últimos días de julio.

Pero, aunque fuera solo para realizar trámites administrativos, el que las escuelas reabran sus puertas será una señal de confianza para la ciudadanía.

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Pues otraaaaaaa vez la realidad se impone.

En febrero pasado, el presidente López Obrador propuso desaparecer los fines de semana largos, mejor conocidos como puentes, pues, dijo, “la sociedad ha perdido la memoria histórica de las fechas cívicas importantes’’.

Según el Presidente, era mejor que las fechas históricas se festejaran “el mero día’’; además dijo que los fines de semana largos ni siquiera representaban una derrama importante para la industria.

Evidentemente los empresarios del sector protestaron por la intención, que fue convertida como iniciativa de ley por el diputado del PT -¿cuál más?- Santiago González Soto bajo el argumento de que los beneficios “no habían sido parejos’’.

A los reclamos de los empresarios, López Obrador respondió que “no va a haber ninguna pérdida, al contrario, se gana; se perdió mucho cuando quitamos el civismo, la ética, se pierde mucho como sociedad’’.

Pues bien, ayer durante la conferencia nocturna del subsecretario Hugo López-Gatell, el secretario de Turismo, Miguel Torruco -quien se oponía a la desaparición de los fines de semana largos-, anunció que López Obrador le había permitido informar que los días de puente se mantendrán.

Y no podía ser de otra manera, considerando el impacto de la pandemia en el turismo -que aporta el 6.7% del PIB- y que requerirá de cualquier estrategia para recuperarse.

Los puentes se quedan.

LEG