La decisión está tomada y, conociendo al personaje, no habrá marcha atrás. El presidente López Obrador retomará sus giras por diversos puntos del país a partir de la próxima semana, incluso si México, como lo ha señalado la Organización Mundial de la Salud para el nuestro y otros territorios, aún no hemos salido de la fase crítica de la pandemia.
En su calidad de Jefe de Estado, el Presidente debe extremar precauciones, aquí y en cualquier otro sitio. Su salud e integridad física son torales para la estabilidad del país y todas las medidas que deban ser adoptadas para preservarla nunca estarán de sobra.
Una gira presidencial se traduce en movimiento de cientos de personas. En el caso de nuestro primer mandatario, implica la llegada al aeropuerto capitalino, el traslado por los pasillos, el abordaje a un avión comercial y el inevitable acercamiento con decenas de viajeros en una cabina de la que no se sabe si se encuentra libre de virus.
Una gira presidencial implica el traslado de cuerpos de seguridad, personal de logística, funcionarios de las dependencias relacionadas con los temas que abordará durante su estancia en un estado, de reporteros y personal de comunicación social.
Una gira presidencial genera movimiento extraordinario en los estados y municipios a los que el primer mandatario acude. El gobernador, los alcaldes, elementos de seguridad pública, choferes, funcionarios y medios locales, además de las hordas de curiosos que buscan un acercamiento o una foto con el personaje del momento.
Quiérase o no, una gira presidencial siempre genera expectativa y movimiento de gente, un fenómeno poco deseado en tiempos complicados, en los que aún no se tiene la certeza de que el SARS-CoV-2 haya sido superado, de que la curva de infectados se haya aplanado o de que exista un freno en el número de decesos.
Si de reactivar las obras públicas se trata, éstas pueden ser retomadas sin la presencia del primer mandatario. La figura de inauguraciones virtuales, a distancia, con transmisiones digitales, podría ser una opción.
Es mucho lo que está en juego. Primero que nada, la salud del Presidente, cuya integridad debe ser preservada. Segundo, la credibilidad de la comunicación gubernamental puede verse disminuida. ¿Cómo pedirle a la población mantenerse en resguardo si el propio mandatario viaja ya en avión comercial y realiza giras de trabajo, por muchas medidas de sana distancia que puedan tomarse? Tercero, se pone en riesgo la salud de los cientos de personas que se ven envueltas en la organización, desarrollo, seguridad y cobertura de un evento de este tipo.
Cuidar la salud presidencial es preservar la estabilidad del Estado. Es un asunto, simple y llanamente, de seguridad nacional.
Segundo tercio. Bien por Grupo IUSA que se sumó al llamado hecho por el Canciller Marcelo Ebrard para que las grandes empresas participen en los esfuerzos de equipamiento en hospitales públicos. En días recientes entregó cien ventiladores de origen holandés en Sinaloa, Estado de México, Puebla y Ciudad de México.
Tercer tercio. Recaerá en los gobernadores la responsabilidad sanitaria y política en los procesos de reapertura de actividades en sus respectivas entidades.
@EdelRio70