Los gobernadores obtuvieron del Gobierno federal lo que querían: repartir la responsabilidad de las medidas de apertura de la economía después de la cuarentena.

La semana pasada se armó un debate luego de que la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, anunciara que habría un semáforo determinado por la Federación para los estados, lo que molestó a los gobernadores.

La molestia fue tal que la funcionaria tuvo que recular 24 horas después; la operación del semáforo será regional, dijo.

Pero ayer, durante una reunión virtual con la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), se llegó al acuerdo de que el semáforo sea diseñado por ambas partes y se cuente con una disposición oficial con los criterios que deben aplicar las entidades federativas para la mitigación de la pandemia.

En pocas palabras, los gobernadores impidieron que el Gobierno federal se lavara las manos dejándoles toda la responsabilidad que ahora será compartida.

Y para que no hubiera dudas del carácter legal de la decisión, el gobernador de Tamaulipas, Francisco Javier Cabeza de Vaca pidió a la secretaria de Gobernación emitir la disposición de carácter general -en el Diario Oficial de la Federación-.

De esta manera quedarán garantizada la legalidad de las acciones que los gobernadores tendrán que tomar en sus estados, es decir, las medidas de control, restricción de la movilidad y/o apertura de las actividades económicas, esenciales o no.

La Segob enviará cada semana los criterios federales sobre los colores del semáforo y los gobernadores harán sus observaciones; así se determinará en cada estado el color del semáforo.

Quién sabe cuánto resista el acuerdo, pero por lo pronto los gobernadores evitaron el síndrome de Pilatos en el Gobierno federal.

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Conforme avanzan los días los cálculos de los expertos matemáticos que proyectaron el pico de la pandemia en el país y a los que el subsecretario Hugo López-Gatell les confió su prestigio y la salud del pueblo, nomás no dan una.

Por los números registrados ayer, está claro que ni “hemos dominado la pandemia’’, “ni vamos de salida’’ ni “la curva se está aplanando’’, sino todo lo contrario.

Ayer fue el día que más contagios registró el país, 3,891 y uno de los que más muertes tuvo, 470.

Las explicaciones del fallo del cálculo pueden ser mil, pero lo cierto es que millones de personas y miles de empresarios planearon el regreso a las actividades confiando en las proyecciones del subsecretario y de su grupo de matemáticos.

Al paso que vamos, parece que es mejor confiar en los cálculos pesimistas que hablan de un pico entre la primera y segunda semana de julio.

Como sea, no baje la guardia.

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Sorprende que la Secretaría de Relaciones Exteriores a cargo de Marcelo Ebrard no haya emitido un pronunciamiento respecto a la racha de violencia que padece Estados Unidos.

Ya son varios días de protestas por el asesinato de un ciudadano afroamericano a manos de un policía blanco y nuestro canciller, generalmente activo en esta clase situaciones, ha hecho mutis.

Vamos, ni siquiera el presidente López Obrador, tan dado a opinar sobre cualquier suceso en el mundo, se ha referido al tema, acaso para no incomodar al vecino con el que ha hecho “buenas migas’’.

Pero resulta extraño que siendo la defensa de los derechos humanos una de las banderas de Morena y de que el propio López Obrador defina su Gobierno como “humanista’’, no haya salido a condenar públicamente el asesinato ni la represión ejercida contra los manifestantes.

¿Por qué será?

LEG