El virus ha causado una revolución en el mundo, sus impactos han tenido efecto en el ámbito económico, político y social, además de su secuela sanitaria. Varias de las medidas que se han tomado en el mundo para paliar al patógeno, que parecían temporales, terminarán siendo permanentes.

 

Como hace unos años con los atentados a las Torres Gemelas, conocido como el 11-S, que modificaron la forma de viajar en avión, ahora la pandemia, es previsible, cambiará las formas de convivencia, al menos hasta que se encuentre una vacuna. Esto invariablemente marca para el orbe un antes y un después de la pandemia. Pensar en un retorno al anterior estado de cosas me resulta muy difícil de creer. Simplemente las medidas que se adopten para restablecer la economía mundial deberán prever futuros efectos del tipo como el que hoy vivimos.

 

Un signo distintivo de la pandemia en el mundo es el artero golpe que le ha propinado a la democracia y la economía global. En ese contexto, la calidad democrática de las naciones y la altura de miras de los dirigentes políticos cobran particular relevancia.

 

El despertar de la cuarentena en la que se sumió buena parte del mundo en diferentes momentos, será amargo, largo y difícil, y con una perspectiva que no se hubiera imaginado antes de la crisis viral. En principio el mundo observa la declinación del liderazgo mundial de los Estados Unidos y el ascenso geopolítico de China.

 

Por su parte, en nuestro continente la CEPAL, en un reciente estudio titulado “El desafío social en tiempos del Covid-19”, pronostica lo siguiente “Llega a América Latina y el Caribe en un contexto de bajo crecimiento y, sobre todo, de alta desigualdad y vulnerabilidad, en el que se observan tendencias crecientes en la pobreza y pobreza extrema, un debilitamiento de la cohesión social y manifestaciones de descontento popular”.

 

Si bien las secuelas de la pandemia podrían tomarse como viejos resabios, lo cierto es que las condiciones para enfrentar ahora los retos son enteramente distintos. Las perspectivas del rumbo mundial, después del virus, son de incertidumbre. El proceso de adaptación a las nuevas condiciones post pandemia pinta muchas incógnitas.

 

Una de las enseñanzas que trae consigo la pandemia es la necesidad de la cooperación internacional. Remontar los efectos de la crisis implica la suma de voluntades a nivel  global para hacer frente a los males del presente, pero sobre todo para no dejar pasar la oportunidad de transformar el futuro. Es inobjetable, con la pandemia el mundo ya cambió. El costo de no asumirlo y trabajar hacia un nuevo sistema de cooperación global serían muy altos, sobre todo para las nuevas generaciones.