Uno de los primeros usos del maíz en el consumo de los habitantes prehispánicos de América Central fue como bebida fermentada, de acuerdo con el profesor de antropología Keith Prufer, de la Universidad de Nuevo México.
El investigador dirigió un equipo que publicó en Science Advances un estudio que da cuenta de cuándo se comenzó a comer maíz.
“Presumimos que el jugo del tallo del maíz puede haber sido el uso original de las primeras plantas de maíz domesticadas, en un momento en que las mazorcas y las semillas eran esencialmente demasiado pequeñas para tener mucha importancia dietética. Los seres humanos son realmente buenos para fermentar líquidos azucarados en bebidas alcohólicas”, señala el investigador.
“Esto cambió a medida que la selección humana de plantas de maíz con semillas cada vez más grandes coincidía con cambios genéticos en las propias plantas, lo que eventualmente condujo a mazorcas más grandes, con más semillas más grandes en más filas de semillas”, señala Prufer.
El estudio revela el descubrimiento de esqueletos humanos antiguos notablemente bien conservados en refugios rocosos centroamericanos, cuándo el maíz se convirtió en una parte clave de la dieta humana en la región mesoamericana.
“Hoy en día, gran parte de la popularidad del maíz tiene que ver con su alto valor en carbohidratos y proteínas como alimento para animales y su contenido de azúcar que lo convierte en el ingrediente preferido de muchos alimentos procesados, incluidas las bebidas azucaradas. Tradicionalmente también se ha utilizado como bebida fermentada en Mesoamérica”, recuerda Prufer.
El equipo investiga a los primeros humanos en América Central, cómo se adaptaron con el tiempo a entornos nuevos y cambiantes, y cómo esos cambios han afectado a las sociedades.
“La agricultura nos permitió vivir en grupos más grandes, en el mismo lugar, y desarrollar aldeas permanentes alrededor de la producción de alimentos. Estos cambios finalmente llevaron al área maya al desarrollo de las ciudades estado del Período Clásico entre 3 mil y mil años atrás. Sin embargo, hasta este estudio, no sabíamos cuándo los primeros mesoamericanos se convirtieron en agricultores”, señala.
La datación por radiocarbono de las muestras esqueléticas apunta la transición de las dietas pre-maíz para cazadores-recolectores, cuando se consumían plantas y animales silvestres, a la introducción y la creciente dependencia del maíz.
El maíz constituía menos del 30 por ciento de la dieta de estas poblaciones hace 4 mil 700 años, llegando al 70 por ciento 700 años después.
El maíz fue domesticado a partir del teosinte, una hierba silvestre que crece en los tramos más bajos del valle del río Balsas en el centro de México, hace unos 9 mil años.
El maíz se cultivó por primera vez en las tierras bajas mayas hace unos 6 mil 500 años, aproximadamente al mismo tiempo que aparece a lo largo de la costa del Pacífico de México. Pero no hay evidencia de que el maíz fuera un grano básico en ese momento.
Para determinar la presencia de maíz en la dieta de los individuos antiguos, Prufer y sus colegas midieron los isótopos de carbono en los huesos y dientes de 52 esqueletos.
El estudio incluyó los restos de hombres y mujeres adultos y niños. Los restos más antiguos datan de hace entre 9 mil 600 y 8 mil 600 años y continúan hasta hace aproximadamente mil años.
Los restos más antiguos fueron de personas que comieron plantas silvestres, palmeras, frutas y nueces que se encuentran en bosques tropicales y sabanas, junto con carne de animales terrestres de caza.
Hace 4 mil 700 años, las dietas se volvieron más diversas. La firma isotópica de dos bebés lactantes muestra que sus madres estaban consumiendo cantidades sustanciales de maíz.
Los resultados sugieren un consumo creciente de maíz durante el siguiente milenio a medida que la población hizo la transición a la agricultura sedentaria.
Las condiciones no fueron fáciles para los equipos de excavación, señaló Prufer.
“Hicimos cinco años de trabajo de campo en dos sitios rocosos remotos en la Reserva Natural Bladen en las montañas mayas de Belice, una vasta área silvestre que supone una caminata de dos días desde la carretera más cercana. Para trabajar en esta área, tuvimos que acampar sin electricidad, agua corriente e incluso servicio celular durante un mes seguido cada año”, dijo el investigador.