Resulta que la famosa denuncia “de espionaje’’ que presentó el PAN en el Senado el 20 de marzo de este año terminó siendo un fiasco.
De acuerdo con el reporte de la Fiscalía General de la República, los micrófonos y cables encontrados en el área de reunión de los senadores del blanquiazul formaban parte del mobiliario y nunca fueron utilizados.
No hubo pues tal espionaje y si la bancada de Morena se ha enterado de asuntos internos de los panistas, es porque dentro de sus filas hay algunos legisladores “amigos’’ del grupo mayoritario.
Ya corresponderá al PAN hacer sus propias investigaciones.
Destaca la celeridad y la apertura que tuvo la FGR sobre este caso, aunque no ha actuado de la misma manera también en dos casos emblemáticos: la denuncia de espionaje que hizo públicamente el presidente Andrés Manuel López Obrador y el supuesto atentando que sufrió la senadora Citlalli Hernández, con un “libro-bomba’’.
El 29 de agosto del 2019, en su conferencia mañanera el presidente López Obrador exhibió lo que dijo era “una sofisticada cámara’’, con la cual, dijo, espiaban algunas reuniones que se realizaban en Palacio Nacional.
En ese entonces dijo que no le preocupaba el supuesto espionaje, pues “el que nada debe nada teme’’, y descartó hacer una denuncia penal aunque, por la naturaleza de los hechos, se esperaba por lo menos una investigación de oficio.
No fue así.
De hecho, solo fue una denuncia mediática de la que nada se supo después; no pasó nada y la famosa “sofisticada cámara’’ seguro terminó en la basura.
En el caso del “atentado’’ en contra de la senadora, la Fiscalía General de la República (FGR) reservó por cinco años el expediente bajo el argumento de que la investigación sigue su curso.
El suceso ocurrió el 29 de mayo del año pasado; obligó a reforzar la seguridad en la Cámara Alta, incluso afuera de las instalaciones del Senado permanece -o permanecía- un equipo antibombas, etcétera.
Entre los propios legisladores hay dudas sobre los hechos en particular; lo único que podría aclararlo es la investigación oficial, como ocurrió con el espionaje denunciado por el PAN, pero en el caso del libro-bomba, la cosa es calmada.
Tres casos, tres tratamientos diferentes.
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Ya no importa el número de manifestantes ni cuanto daño puedan causar a la propiedad privada o pública, o daño físico puedan infligir a ciudadanos que hayan tenido la mala suerte de pasar por ahí.
Ni se diga de los reporteros, fotógrafos, camarógrafos y policías; para ellos solo existen disculpas.
Ayer nuevamente la presencia de la Policía fue testimonial; nada pueden hacer contra el vandalismo.
¿Cuánto cuesta a las tiendas de conveniencia u de otro ramo reparar los daños cada manifestación? ¿El Gobierno de la CDMX paga algo de los daños que los seguros no reconocen?
¿Y los autos particulares, y las fachadas de los edificios de vivienda, y el mobiliario urbano? ¿Cuánto cuesta cada manifestación al erario de la CDMX?
Ojo, no se trata de reprimir ni de criminalizar la protesta, pero sí la violencia que la acompaña y de la cual nadie se salva.
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Quizá sea un montaje o quizá sea un gesto de buena voluntad, pero ayer circularon unas fotos de unas cajas de despensa con la fotografía de Mario Delgado que se estaban repartiendo en la delegación Iztacalco.
Como están las cosas en Morena, no se sabe si es fuego amigo o si de plano Delgado ya comenzó su campaña en pos de reelegirse como diputado federal.
Puede ser.