Mientras las estatuas de traficantes de esclavos y figuras colonialistas son derribadas con ira en el mundo, la ciudad francesa de Burdeos, antiguo puerto esclavista, intenta informar al público con una estrategia diferente.
La ciudad, en el suroeste, ha trabajado durante años sobre su pasado esclavista, y esta semana fijó en cinco calles nuevas placas en que los nombres de traficantes de esclavos están acompañados de una contextualización histórica.
“Seguramente esto resuena por la actualidad, en momentos en que derriban estatuas en todo el mundo”, señaló a la AFP Marik Fetouh, vicealcalde bordelés, encargado de igualdad y lucha contra la discriminación.
Mientras que en Brístol (Inglaterra) la estatua de un traficante fue arrojada al mar por manifestantes antirracistas, y las de Cristóbal Colón atacadas en Boston o Miami, en Estados Unidos, Burdeos apuesta por la “memoria pedagógica” en lugar de cambiar sus nombres a cinco calles que recuerdan a hombres de los siglos XVII y XVIII, explica.
En la calle David Gradis (1665-1751), por ejemplo, una placa explica que armó diez barcos para el tráfico de esclavos y que compró un terreno que se convirtió en el primer cementerio judío de Burdeos. “Es por ello que sus descendientes también fueron bordeleses notables, y se puso su nombre a esta calle”.
Con el comercio de esclavos nació el racismo, afirma Fetouh. “El racismo está allí para justificar el comercio de seres humanos y la distinción entre seres superiores e inferiores”.
Acusada durante mucho tiempo de ignorar su pasado esclavista, Burdeos ha creado un “recorrido conmemorativo” en la ciudad, inaugurando en 2009 salas dedicadas a la esclavitud en el Museo de Aquitania, y el año pasado erigió en un muelle una estatua de Modeste Testas, esclavo deportado a Santo Domingo por bordeleses.
Entre 1672 y 1837, casi 150 mil esclavos africanos fueron enviados a América por armadores de Burdeos, en 508 expediciones.
EFVE