El destino del Abierto de Estados Unidos de tenis se revelará la próxima semana, cuando los funcionarios decidan si el torneo puede continuar o no según lo planeado, en medio de una creciente inquietud entre los mejores jugadores del circuito de la ATP (masculino) y WTA (femenino).
La mortal pandemia de COVID-19, que ha diezmado el calendario internacional del tenis, ahora tiene el evento de Flushing Meadows en su punto de mira.
Con Nueva York como la ciudad más afectada por la crisis del coronavirus de Estados Unidos, la Asociación de Tenis de los Estados Unidos (USTA) se ha esforzado en elaborar un plan que permita organizar el torneo.
Pero con el Abierto de Francia (Roland Garros) pospuesto para el 20 de septiembre, Wimbledon (también Grand Slam) cancelado y la temporada de tenis en cierre, el estado del Abierto de Estados Unidos se ha visto cada vez más cuestionado a medida que se acerca su fecha de inicio del 31 de agosto.
Después de considerar y, según se informa, descartar la idea de trasladar el torneo a California o Florida, la USTA se ha decidido a organizar el evento en Nueva York dentro de una “burbuja” protectora, posiblemente sin fanáticos.
Según los protocolos de seguridad propuestos para el torneo, los jugadores estarían confinados en un hotel fuera de Manhattan y solo se les permitiría traer a un miembro de su equipo personal al evento.
La clasificación de sencillos (individuales) se eliminaría, mientras que los torneos de dobles se reducirían drásticamente de 64 parejas a solo 24.
El evento de ATP/WTA Masters 1000 de Cincinnati también podría trasladarse a Nueva York como un torneo de entrada antes del gran evento neoyorquino.
“Este es el mundo en el que vivimos”, dijo el miércoles el director de relaciones con los jugadores de la USTA, Eric Butorac, a los jugadores de la ATP y la WTA durante una conferencia telefónica.
“Creemos que este es un buen plan y creemos que es bueno para el deporte. Es bueno para la economía del tenis, crea empleos para ustedes, entrenadores, comentaristas, para tanta gente”, añadió.
Hasta ahora, sin embargo, esas palabras de consuelo no han logrado calmar la inquietud entre algunos de los nombres más importantes del circuito internacional de tenis.
El número uno del mundo, el serbio Novak Djokovic, dijo que las medidas de seguridad propuestas y las restricciones en el número de personal de apoyo eran problemáticas.
“No tendríamos acceso a Manhattan, tendríamos que dormir en hoteles en el aeropuerto para que nos hicieran la prueba dos o tres veces por semana”, dijo Djokovic. “Además, podríamos traer una persona al club, lo cual es realmente imposible”. “Quiero decir, necesitas tu entrenador, luego un entrenador físico, luego un fisioterapeuta”, añadió.
Djokovic dijo que la mayoría de los jugadores con los que había hablado tenían “una opinión bastante negativa” sobre jugar en Nueva York.
Las dudas de Djokovic fueron compartidas por el campeón defensor de singles masculino el español Rafael Nadal, quien perseguiría un vigésimo título de Grand Slam en Flushing.
Nadal, el número dos del mundo, dijo a principios de este mes que no jugaría en Nueva York si el torneo se llevara a cabo ahora mismo.
El jugador de 34 años cree que el tenis no debe reanudarse hasta que sea “completamente seguro” para todos los competidores.
La jugadora estadounidense Danielle Collins criticó las declaraciones públicas de Djokovic sobre los límites propuestos para el personal de apoyo.
“Esta es una gran oportunidad para que los jugadores comiencen a ganar dinero nuevamente, y aquí tenemos al mejor jugador del mundo diciendo que solo ser capaz de traer a una persona con él será demasiado difícil”, dijo Collins.
“Es fácil cuando alguien ha ganado 150 millones a lo largo de su carrera para tratar de decirle a la gente qué hacer con su dinero, y luego rechazar jugar en el US Open”, agregó Collins.
ica