“Este bosque no renacerá”, sentencia el científico Oleksandre Borsuk mientras recorre la tierra amarillenta entre troncos de pinos calcinados y el olor a quemado en la zona de exclusión en torno a la central nuclear de Chernóbil, tras los voraces incendios de esta primavera.
El fuego arrasó una cuarta parte de esta zona, cuenta a la AFP Borsuk, uno de los responsables de la reserva natural que ocupa la mayor parte de este vasto territorio.
Todavía contaminada por la radiación, esta zona prácticamente abandonada rodea en un perímetro de 30 km a la central accidentada, escenario en 1986 del peor accidente nuclear de la historia.
Los dos incendios gigantescos que se desataron a principios de abril, avivados por fuertes vientos y la sequía, controlados a mediados de mayo, se pararon, según la organización Greenpeace, a menos de dos kilómetros del domo que sella el reactor accidentado aquel 26 de abril de hace 34 años.
Pese a los esfuerzos de centenares de bomberos, más de 66 mil hectáreas de tierra (un cuarto de la zona de exclusión), de ellas 42 mil hectáreas de bosques, quedaron calcinadas. Esta semana, las autoridades abrieron por primera vez el acceso a los territorios afectados.
“Ha sido el incendio más importante” desde el accidente de 1986, dice Denys Vyshnevsky, responsable científico de la reserva.
Según las autoridades ucranianas, el desastre no ha aumentado la radiactividad pero ha supuesto un duro golpe para el ecosistema local, que se recuperaba desde la catástrofe nuclear que provocó la evacuación de centenares de miles de habitantes y la suspensión de la mayoría de las actividades humanas.
Calor y sequía
“Los bosques de pinos son los que más sufrieron”, explica Borsuk. Afectados por temperaturas que alcanzaron los “700 a 800°C” por las llamas, estos árboles de 30, 40 y hasta 90 años van a seguir muriendo durante “dos o tres años”, advierte.
Aunque la vegetación vuelva a crecer, los pinos serán reemplazados naturalmente por árboles con hojas (abedules, álamos) más resistentes a las llamas, explica el científico, que asegura que el fuego también destruyó una decena de pueblos abandonados.
La fauna también se vio afectada. Animales como lobos, alces o linces, lograron huir pero los pequeños mamíferos como liebres o reptiles como serpientes murieron, explica Vyshnevsky.
No obstante, tras los incendios, “observamos tendencias positivas” y animales y pájaros regresan a los territorios afectados, agrega el biólogo.
El incendio fue provocado, según la policía, por un joven que vive cerca de la zona de Chernóbil, que aseguró que había quemado hierba para “divertirse”.
Pero los científicos acusan también al cambio climático, que provocó un invierno cálido y seco, pues solo cayó el 63% de las precipitaciones habituales, lo cual creó condiciones favorables para la propagación del fuego.
“En el futuro, estos cambios climáticos van a suponer una amenaza para nosotros”, alerta Vyshnevsky. “Habrá que reorganizar el sistema de observación, prevención y reacción de urgencia para este tipo de incendios, que son más propios de Estados Unidos o del sur de Europa”, alerta.
Cerrado durante muchos años, este lugar se ha convertido en los últimos años en un atractivo turístico que atrae a miles de visitantes del mundo entero.
PAL