Y cuando terminaron los sets, y cuando volvieron de una incursión a la red, y cuando rompieron el saque o les fue quebrado el suyo, el virus seguía ahí.

Como niño resulta triste notar que las cosas malas no desaparecen sólo porque hemos decidido dejar de verlas o ignorarlas. Como adulto resulta penoso, por decir lo menos.

Algunos de los tenistas más reputados de esta generación, incluido uno de los mejores de la historia, jugaron en los Balcanes a que el covid-19 no existe. Imágenes que fueron una extraña regresión para quienes hemos pasado varias semanas de este 2020 encerrados y tantas más distanciados. Al verlos podíamos asumir que era material de archivo, que acaso se trataba de una de las enésimas retransmisiones de viejos eventos deportivo que se han repetido desde que la pandemia se declaró en marzo. Para el grupo de raquetistas encabezado por Novak Djokovic parecía como si del Abierto de Australia, culminado a inicios de febrero, hubiésemos saltado a junio sin mayor novedad o angustia. Abrazos, convivio, gradas llenas de aficionados hombro con hombro y sin siquiera cubrebocas, partiditos de futbol y basquetbol, salidas nocturnas, bailes, multitudes, fotos sin mínima separación.

Y cuando se soltaron las espaldas en uno de sus infinitos apapachos, no es sólo que el virus siguiera ahí tan difuminado y asesino por el planeta, sino que ya estaba entre ellos mismos. Jóvenes y fuertes, en inmejorable forma física y capaces de jugar veinte sets a máxima exigencia en una semana, habrán sabido desde un principio que la amenaza del nuevo coronavirus no era tan elevada para ellos. Quizá escudados en su más de 90 por ciento de perspectivas de no sufrir complicaciones, se olvidaron del mundo real. El de los niños que han desarrollado enfermedad de Kawasaki por covid-19; el de los adultos mayores y, sobre todo, ancianos; el de quienes no tienen acceso a un sistema de salud sensato y el de los hospitales saturados; el de aquellos que cuentan con numerosas condiciones que incrementan sus riesgos de morir en caso de contagiarse.

Porque el problema no es Dimitrov que tuvo alguna fiebre y fatiga. Porque el problema no son Djokovic o el croata Coric que se declaran positivos pero asintomáticos. Porque el problema es que estuvieron esparciendo el virus por todos lados, que fueron a Serbia, Bosnia y Croacia, que la esposa del también contagiado tenista Viktor Troicki tiene covid-19, que tardaremos en saber el grado de dispersión de la enfermedad por culpa de su irresponsabilidad, que desde su posición de figuras públicas su ejemplo representa un tremendo peligro.

Otra vez han sido los deportistas y no está de más recuperar el bochornoso listado. Tom Brady invadiendo un parque cerrado de Tampa para ejercitarse, Floyd Mayweather saliendo a un paseo en bicicleta por Las Vegas en grupo amplio, José Mourinho entrenando a algunos de sus dirigidos en un parque del norte de Londres, Cristiano Ronaldo tomando el estadio de Madeira para pelotear, los futbolistas mexicanos entre fiestas y excursiones.

Sin embargo, en ese club de la irresponsabilidad, los campeones con amplio margen de ventaja, los reyes con victoria a puro saque as, son los de este Adria Tour. Tras su final suspendida, vaya sorpresa, el virus sigue ahí. Y peor que nunca.

 

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