La bicicleta se abre camino en las calles de Túnez, donde un número cada vez mayor de mujeres, rompiendo la barrera del género, las utilizan para ganar autonomía en un entusiasmo liberado por la pandemia de Covid-19.
En un barrio del centro de la capital, el jardín Japonés se transforma cada domingo por la mañana en una escuela al aire libre para aprendices ciclistas.
Los adultos, casi exclusivamente mujeres privadas de esta actividad durante la infancia, aprenden a pedalear.
Equipadas en consecuencia, con zapatillas y chándales, las debutantes, desplegadas a ambos lados del jardín, intentan dominar la trayectoria de bicicletas de pequeño tamaño, especialmente seleccionadas para el aprendizaje.
La “bicicleta escuela” lanzada por la asociación Bici-revolución Túnez formó en dos años a cerca de 700 personas, de las cuales 97% son mujeres. Y cada sesión es un encuentro entre las generaciones y los diferentes medios sociales.
Mujeres de distintos orígenes, de 15 a 70 años, comparten la misma determinación: la de realizar un sueño de la infancia.
El confinamiento, que vació las calles de sus coches durante la primavera, hizo estallar la demanda, obligando a la asociación, que reanudó recientemente sus actividades, a duplicar el número de formaciones semanales.
SÍMBOLO DE AUTONOMÍA
En esta ocasión, “mucha gente está interesada en aprender a pedalear”, indica Stéphanie Pouessel, cofundadora de Bici-revolución Túnez. “La bicicleta es un símbolo de autonomía. Una manera para las mujeres de apropiarse de su transporte, por lo tanto de su vida”.
Chahrazed tomó su bicicleta y se lanzó en el tráfico de la ciudad de Túnez al día siguiente de su entrenamiento para ir a trabajar. Estudiante, de 24 años, pedalea 20 minutos por la mañana y por la noche.
“Mi madre no me animó a hacerlo cuando era niña. Dijo que me iba a caer, a sangrar y eso la asustaba”, recuerda Chahrazed, con un casco en la cabeza.
Cambiar la relación con la ciudad, con uno mismo y con los demás, es la filosofía que nació en los años 1970, especialmente en Francia, con la Bici-revolución, un movimiento militante por el uso de la bicicleta como medio de transporte alternativo.
Si bien “la cuestión de los transportes está a la cabeza de las preocupaciones de los tunecinos” y la bicicleta podría responder a ella, aún subsisten obstáculos, explica Stéphanie Pouessel.
“La seguridad es el principal freno, al igual que la cultura, ya que la bicicleta se considera el medio de transporte de los más pobres”, afirma desde la Dar El Bisklette (La casa de la bicicleta en dialecto).
Su asociación lucha también por una política urbana en favor de los ciclistas.
El entusiasmo nacido tras la pandemia contribuyó a hacer oír la voz de la Bici-revolución, pero con la reanudación de las actividades, Pouessel teme que éste diminuya, por falta de voluntad política.
“Los automovilistas no nos respetan en absoluto. No nos dejan espacio para circular. Necesitamos carriles exclusivos para bicicletas para pedalear con más tranquilidad”.
EFVE