Aunque está sana, en sus primeros dos meses Adriana Beramendi nunca tomó en brazos a sus bebés sin un tapabocas. Estos cuatrillizos prematuros acaban de ser dados de alta, pero el entorno en el que se desarrollaron en un hospital de Buenos Aires obligó a mantener siempre la distancia física.
Feliz con la buena evolución de sus hijos, lo que más le pesa es que el padre aún no los conozca, pues tras el cierre de fronteras por la pandemia de la Covid-19 quedó varado en Bolivia, de donde es oriundo.
“Yo entiendo esto de la pandemia, pero pido que me entiendan a mí. Pido que le otorguen un permiso para que venga a ayudarme. No lo veo desde hace cinco meses. Los bebés ya tienen dos meses y no los ha podido conocer, no los ha podido tocar”, dice esta mujer de 24 años que dio a luz a sus hijos en la Maternidad Ramón Sardá, en Buenos Aires.
En pocos días, este centro hospitalario tuvo que adaptarse a la nueva realidad sanitaria, tanto en reacondicionamiento de sus espacios como en capacitación de médicos y enfermeros, además de un nuevo protocolo de atención.
“Nunca hemos atendido de esta manera. Todos llevamos barbijos, lentes, máscaras, cofias, botas, guantes, camisolines”, refiere Eduardo Valenti, director médico de la maternidad.
A la parturienta “la va a atender gente en la sala de partos muy protegida. No va a tener el trato habitual que recibe la mujer embarazada a la que se le dice ‘Querida, vení’ y se le da un beso y un abrazo. No, ahora va a encontrar distanciamiento”, describe Valenti.
El hospital ha recibido a seis madres con Covid-19 y dos sospechosas, que escogen si permanecen aisladas con su hijo o quedan separadas.
“La primera paciente positiva que tuvimos no quiso estar con su bebé porque tenía miedo a contagiarlo. Hay mucha incertidumbre, que en algunas pacientes ha pasado a ser ansiedad y en algunas ha llegado a la angustia”, explica el médico.
Ese temor impacta en la decisión de amamantar y también empieza a tener un efecto en la vacunación, que muchos padres postergan por evitar llevar a sus hijos a centros médicos.
En Argentina, el Hospital Pediátrico Garrahan, de referencia nacional, hizo recientemente un llamado a respetar el calendario de vacunación, ante la preocupación por una caída abrupta.
– “Solo nosotros conocemos a Manuela” –
Manuela nació en plena cuarentena, el 29 de abril, en una clínica privada de Buenos Aires. “Es primera hija, primera nieta y primera sobrina, pero solo la conocemos su papá y yo. Después de la magia del nacimiento, ahora se me hace muy duro no poder compartir”, lamenta su madre Ana Clara Pedotti.
Para esta profesional de 35 años, el aislamiento empezó el 9 de marzo, once días antes de que se decretase en el país. “Las noticias no ayudaron. Había gente en mi trabajo que estaba volviendo de Europa y la recomendación médica fue que me quedase en casa”, explica.
La parte más difícil fue el final del embarazo. A los dos últimos controles prenatales tuvo que acudir sola. “Eso me generó angustia, pero lo entendí. Tenía mucho temor de que mi marido no pudiese estar conmigo al momento del parto. Hasta que nació Manuela viví con mucha tensión”, dice.
Finalmente la niña nació por cesárea y su padre, con tapabocas al igual que su madre, estuvo presente. Los tres quedaron internados en una habitación, sin poder salir siquiera al pasillo.
En el comienzo de la lactancia, Ana Clara tuvo la ayuda telefónica de su madre y de una puericultora. Ahora ansía que se flexibilicen las restricciones para trasladarse al pueblo de su esposo, en provincia de Buenos Aires, donde no hay casos de Covid-19.
– “Vínculo ansioso” –
El entorno de la pandemia hace que esta generación sea de “niños que en su primer año tuvieron el afecto de sus padres desde el gran temor a hacerles daño. Se forma un vínculo más ansioso”, explica el sicoanalista Luciano Lutereau, especialista en infancia.
“En general, el primer año de vida va acompañado de mucho temor de que al bebé le pase algo. Pero en este contexto, se recrudece el temor de los padres de ser ellos quienes le hagan daño”, añade.
Además, el confinamiento priva a los padres de un “circuito de contención muy grande, que son las visitas de familiares y amigos”, apunta.
Y el temor no es exclusivo de los padres. “Tengo miedo, miedo a que nos contagiemos, a que algún compañero sufra, a que sufra algún paciente”, confiesa Noelia Soto, enfermera en la Maternidad Sardá.
fahl