El mensaje del director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, fue ampliamente difundido en todos los medios internacionales. La gran mayoría de ellos destacó la emotividad con la que se dirigió a la audiencia el funcionario, quién al punto de las lagrimas señaló: “La gran amenaza que enfrentamos ahora no es el virus en sí mismo, la amenaza es la falta de liderazgo y solidaridad a los niveles global y nacional”.
No obstante su gran divulgación, los receptores del mensaje, los líderes del mundo, parecen no haber acusado recibo. Mientras tanto el Covid-19 sigue fuera de control y el mundo ya sobrepasó el medio millón de fallecimientos y más de 12 millones de contagios. La falta de solidaridad y liderazgo permanecen.
En contraste, como mensajes de autoayuda, algunos líderes del mundo recitan que después de la pandemia el planeta será un lugar mejor, con mayor cuidado al medio ambiente, con un cambio de régimen, etcétera, etcétera. Lo dicen como si todo fuera una evolución natural de la pandemia. Pero poco, realmente muy poco, se hace para que esto se logre. Como el mensaje del director de la OMS, las palabras que pretenden ser de aliento, se pierden entre números y estadísticas de víctimas que se suman todos los días.
Pero en este contexto, también es importante resaltar el papel exitoso de liderazgo que han tenido muchas mujeres gobernantes en el mundo en cuanto a la gestión de la pandemia se refiere. Las mujeres de los Gobiernos locales, regionales y nacionales han consolidado su posición gestionando de manera exitosa la crisis del coronavirus y en el regreso a las actividades. Pero la lucha contra la pandemia no es un tema de género, es un asunto que implica la coordinación y cooperación de los países para enfrentar al patógeno y sus consecuencias económicas, políticas y sociales en el mundo.
Esta coordinación es esencial en la preparación y respuesta efectiva a la pandemia. Es importante el liderazgo de las instituciones rectoras para la toma de decisiones oportunas y la ejecución de actividades, a través de una clara definición de roles y responsabilidades de las autoridades nacionales. La cooperación internacional permitiría aumentar la eficiencia de las acciones, minimizar la duplicación de esfuerzos y maximizar el impacto de los recursos. Hay que reparar que hasta ahora los afectados han sido los ciudadanos, no los gobiernos.
Como lo recalcó el director de la OMS: “Eso está matando gente indiscriminadamente“. Pero además cuestionó: “¿No podemos ser capaces de identificar al enemigo común? ¿No podemos entender que las divisiones o las separaciones entre nosotros son realmente ventajosas para el virus? ¿Por qué es tan difícil para los humanos unirse, luchar contra el enemigo?”. Sus preguntas, al menos hasta hoy, siguen sin respuesta.