Quizá al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador le deberían de decir que los primeros lugares en el marco de la pandemia de Covid-19 no son buenos, pues parece que se ha empeñado en ser primer lugar mundial.
El viernes, nuestro país llegó al deshonroso tercer lugar en fallecimientos por coronavirus en el mundo; y continúa la resistencia del Primer mandatario en poner el ejemplo y usar cubrebocas. Además, al menos nueve gobernadores exigieron la renuncia del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.
Esta semana, podría haber 50 mil mexicanos muertos por Covid-19, que dejarán dolor y ausencia en igual número de familias, aunado a la enorme crisis económica por la que atraviesa el país.
Durante el período de confinamiento, se perdieron cerca de un millón de empleos y más de 3 millones de establecimientos se encuentran inactivos.
En consecuencia hubo una caída del ingreso laboral del 47.3% aumentando la pobreza de más de 11 millones de mexicanos.
Con estos números, es indignante seguir escuchando a las autoridades que la pandemia se domó, que vamos bien, que ya pasó lo peor, que no será obligatorio el uso de mascarillas y que no es necesaria la aplicación de pruebas masivas.
Indignación que se comparte cuando siguen haciendo fiestas con más de 50 personas, cuando la gente se niega a usar cubrebocas -siguiendo el ejemplo del Presidente-, cuando no hay condiciones para mantener la sana distancia en el transporte público y cuando no hacemos conciencia; la corresponsabilidad de cuidarnos es de todos y los muertos, ¿de quién?