Nelly Rodríguez encontró solución al fuerte dolor lumbar que sufría cuando menos lo pensaba, en medio de la pandemia de coronavirus que comenzaba a complicar su aflicción por el confinamiento obligatorio, y además con algo que nunca se le había cruzado por la cabeza: marihuana.
La tabla de salvación de la socióloga pensionada de 70 años fue la primera clínica de cannabis medicinal que abrió sus puertas en el norte de Bogotá a finales de marzo, desde cuando ha atendido cerca de 1.000 pacientes con enfermedades físicas y mentales.
“El tema era terrible, yo sí sentía que no daban conmigo, pero yo decía en algún momento tengo que encontrar la solución, no me puedo quedar así toda la vida”, dijo Rodríguez, quien consume un frasco de 30 mililitros de aceite de cannabis que cuesta alrededor de 180.000 pesos (unos 48 dólares) y le alcanza para un mes.
“Esto es lo único que yo he encontrado que me ha servido mucho para el dolor, me ha bajado muchísimo”, afirmó.
Si bien la ley reglamenta la tenencia, producción, distribución, comercialización y exportación de semillas, plantas y sustancias derivadas de la marihuana, como aceites, pastillas, cremas y extractos con fines medicinales, el estigma y la compleja normatividad ha frenado la industria en el país, uno de los mayores abastecedores mundiales de drogas ilícitas.
“Nos preguntan mucho si eso se fuma o si se unta”, dijo a Reuters Juan Manuel Orjuela, gerente de salud mental de Khiron, la empresa propietaria de la clínica. “Utilizamos principalmente aceites de cannabis, que pueden ser de tres tipos, un aceite rico en cannabidiol o CBD; un producto que llamamos balanceado, que es CBD y THC, y un producto rico en THC para ciertos casos”.
La clínica Zerenia tuvo que pasar por 28 pasos que incluyeron, además de la autorización de las autoridades de salud, la trazabilidad desde el inicio de los cultivos hasta la fabricación de los productos.
“No es nada fácil porque es algo innovador, tiene que ver con romper estigmas culturales, tiene que ver con la formación de los propios médicos, las distorsiones que tiene el propio médico muchas veces o la comunidad respecto al uso médico del cannabis”, explicó Orjuela. “Se requiere de una validación legal pero también una validación cultural”.
En la clínica se tratan actualmente enfermedades de origen neurológico como epilepsia -tanto en adultos como en niños-, mal de Parkinson, esclerosis múltiple y cefalea o dolor de cabeza; dolores crónicos por afecciones musculares, así como trastornos mentales como ansiedad, depresión, insomnio, estrés postraumático y demencias como Alzheimer.
Orjuela dijo que el tratamiento con cannabis no cura las enfermedades, sino que es complementario y coadyuvante, es decir que reduce los dolores y los síntomas con una tasa de efectividad de entre 60% y 70%.
El médico afirmó que muchos de los síntomas han aumentado por las medidas de cuarentena en medio de la pandemia de COVID-19.
“En salud mental hemos tenido muy buena aplicación porque las tasas de ansiedad y depresión han incrementado muchísimo (…) tenemos un confinamiento crónico, ya llevamos varios meses en casa y los humanos como mamíferos estamos empezando a tener experiencias de cautiverio”, aseguró.
PAL