La pandemia será ese gran pretexto que use el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador para justificar por qué fracasó su cuarta transformación.

 

Va a llegar el momento en que los propagandistas de la 4T serán insuficientes para cubrir la cruda realidad de los números, de la caída de la economía, del desempleo, del aumento de la pobreza, de lo que se sienta en el bolsillo y de la condena a perder hasta más de una década de desarrollo.

 

Se ha desgastado el discurso de que antes todo estaba mal, corrupto, torcido y que ahora todo es armonía y cuarta transformación. La feligresía aceptará con naturalidad ese giro hacia la nueva línea discursiva que asegura que de no haber sido por el virus SARS-CoV-2, este país estaría hoy creciendo a 4% al año, en paz y todos felices.

 

Pero los que sean capaces de ver cómo una batería de malas decisiones gubernamentales ha acompañado a los devastadores efectos globales de la Covid-19, apreciarán cómo México parece condenado a sufrir peores consecuencias económicas y sociales que el resto de las naciones más parecidas a México.

 

La agenda dogmática de la 4T tiene su eje central en la política energética, en ese sueño de regresar al México de mediados del siglo pasado. En ningún momento de toda su carrera política López Obrador ha abandonado esa obsesión de un país de monopolios estatales.

 

Y hoy, por razones que hay que clarificar, el Presidente cree que tiene una oportunidad de lograr una mayoría en el Congreso para llevar a cabo una contrarreforma constitucional que eche para atrás los cambios en materia energética. Algo parece tener bajo el brazo para romper el bloque opositor que se lo impide.

 

Mientras tanto, el jefe del Ejecutivo no tiene empacho alguno en pedir a los órganos reguladores “autónomos” que beneficien a Petróleos Mexicanos y a la Comisión Federal de Electricidad sobre las empresas privadas, a las que la ley les confiere equidad en el terreno energético.

 

Sin pudor, la 4T ha incumplido contratos, ha amenazado a empresas privadas y ha atentado en contra de las reglas de una economía de mercado para imponer sus ideas estatistas.

 

El daño que se ha provocado a la confianza empresarial no tiene que ver con la pandemia. A todo lo largo del sexenio ha sido consistente la caída en la inversión productiva y en la producción.

 

Todo eso ha provocado un daño enorme que se suma a las afectaciones dejadas por la pandemia. Y cuando el mundo inicie en algún momento la recuperación, México se quedará con esos demonios sueltos de la desconfianza y la falta de inversión privada.

Sí, la pandemia le cambió la historia económica al mundo para mal. Pero la combinación con esa agenda disfuncional del pasado de la 4T, garantiza que la recuperación será mucho más lenta de lo que necesita el país.

 

Y mientras a la enfermedad le buscan una solución, una vacuna, al marco legal e institucional del país lo inoculan con el virus del populismo.

 

                                                                                                                                          @campossuarez