Por: Dr. Héctor Zagal.
Profesor investigador
Facultad de Empresariales
Universidad Panamericana. SNI III
Aunque a suelen usarse como términos intercambiables, ser nacionalista no es lo mismo que ser patriótico. Después de los excesos del siglo XX, nos andamos con cuidado cuando hablamos de orgullo y amor a la patria. Sin embargo, tanto la exaltación violenta y ciega de la nación como el total olvido e indiferencia hacia la misma son las condiciones perfectas para el ascenso de regímenes totalitarios.
En unas de sus muchas anotaciones, George Orwell definió al nacionalismo como el “hábito de identificarse con una única nación o entidad, situando a ésta por encima del bien y del mal y negando que exista cualquier otro deber que no sea favorecer sus intereses”. El patriotismo, en cambio, lo define como la devoción a un lugar y a una forma de vida por considerarlas las mejores del mundo, pero que no implica un deseo de imponérselos a otra gente. La diferencia es el afecto sin sed de poder ni dominación.
Estas diferencias encuentran un eco en el libro “Sobre la tiranía” (2017) de Timothy Snyder. Allí, Snyder reúne 20 lecciones a modo de consejos para paliar la amenaza de las tiranías, pues no hay democracia que sea absolutamente inmune a ellas. Snyder sugiere, entre otras cosas, no privilegiar la obediencia, defender las instituciones, estar atentos al uso de símbolos, buscar la verdad, y salir de nuestra zona de confort y crear nuevas amistades. Cada consejo va acompañado de una reflexión sobre cómo la ausencia de pensamiento crítico, pero también de lazos comunitarios y de ética profesional, permitieron los terribles abusos de poder en el siglo XX. La lección 19 sugiere “ser patriota”. ¿A qué se refiere Snyder?
Para definir el patriotismo, Snyder recorre una vía negativa, es decir, da ejemplos de qué no es ser patriótico. Algunos de estos ejemplos de no-patriotismo son: no pagar impuestos, admirar a dictadores extranjeros y denostar toda la política interna considerándola inferior a todas las otras. Se me ocurre que otros ejemplos podrían ser burlar al sistema de justicia, torcer la ley y pisotearla; realizar tratos fraudulentos que destruyan la riqueza natural, cultural y humana de la patria a favor de intereses individuales o extranjeros; agredir a las fuerzas policiales cuando éstas realizan sus labores; olvidar que las fuerzas militares arriesgan su vida intentando salvar las de otros cuando se presentan catástrofes. Esto, claro sin olvidarnos de que nuestra nación no está blindada contra el error, la corrupción y el abuso.
Snyder define al patriotismo como “servir a la propia nación”. ¿Cómo se hace esto? A diferencia del nacionalismo, que exige ser y servir a los intereses del Estado, de tal manera que cualquier crítica o intento de mejora es considerado una amenaza, el patriotismo es tanto un reconocimiento de errores y abusos dentro del sistema, como una voluntad de corrección y de mejora constante. Quien es patriota pretende vivir a la altura de la mejor versión de su nación, de su pueblo, de su comunidad, de la humanidad. Un patriota sabe que la virtud de su sistema puede desgastarse y romperse, pero trabaja constantemente porque no sea así. El auténtico patriotismo es crítico, nunca servil.
Me parece que ambas reflexiones nos llevan a valorar el lugar donde nacimos y crecimos, con sus aciertos y sus errores, y nos invitan a defenderlo no de un enemigo externo, sino de sus propias flaquezas y vicios.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal