Si bien las medidas de aislamiento por el coronavirus hicieron que muchos hombres alrededor del mundo dejaran crecer su cabello más de lo habitual, ninguno se compara con el vietnamita Nguyen Van Chien, quien ha pasado casi 80 años sin un corte.
El hombre de 92 años de la región sur del delta del Mekong es el orgulloso propietario de rastas de cinco metros de largo, debido a su creencia en una fe que prescribe dejar intacto aquello con lo que nace una persona.
“Creo que si me corto el pelo moriré. No me atrevo a cambiar nada, ni siquiera a peinarlo”, dijo Chien a Reuters en su pueblo, ubicado a unos 80 kilómetros al oeste de la ciudad de Ho Chi Minh.
“Solamente lo cuido, lo cubro con un pañuelo para mantenerlo seco y limpio y para que luzca bien”, agregó.
Chien, quien adora nueve poderes y siete dioses, cree que su vocación era dejarse crecer el cabello, que se ata debajo de un turbante naranja.
Cuando estaba en la escuela, le pidieron que se lo corte, pero la abandonó después de tercer grado y decidió no volver a cortarlo, peinarlo ni lavarlo nunca más.
“Recordé que mi cabello era negro, grueso y fuerte. Lo peiné, lo desenredé para que quedara suave. Pero cuando escuché el llamado del poder divino, supe de inmediato que había sido elegido”, contó.
“Me toqué el pelo y de la noche a la mañana se volvió realmente duro. Se adhirió a mi cabeza y se convirtió en algo propio”, agregó.
Chien sigue una fe casi obsoleta conocida como “Dua”, la religión del coco, que lleva el nombre de su fundador, quien afirmó que sobrevivió solo con cocos para conservar su vitalidad. Dua está prohibida en Vietnam y es considerada una creencia falsa.
El quinto hijo de Chien, Luom, lo ayuda a manejar sus rastas gigantes.
Él también cree en la conexión entre el cabello y la mortalidad, después de haber visto morir a un hombre luego de intentar volver a sujetar su cabello con una cuerda.
“Estas cosas parecen simples, pero son sagradas”, dijo Luom, de 62 años.
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