Al Presidente parece que las cosas se le han revertido: su estrategia de confrontación impulsada todos los días por dichos y acciones controvertidas se ha traducido en una de las peores crisis sociales dentro de su propio país. La famosa frase “divide y vencerás”, atribuida al emperador romano Julio César, se le revirtió por completo a Donald Trump.
Estados Unidos está sumergido en una de las más profundas crisis internas de las que se tenga memoria en las últimas décadas. Al menos dos elementos se han conjugado para lograr este peligroso cóctel: un mandatario que ha jugado con fuego al generar él mismo conflictos internos y una sociedad norteamericana que no logra vencer el fantasma del racismo y la segregación.
El proceso electoral estadounidense arranca en medio de un clima de crispación racial, después de varias semanas de permanente tensión, resultado de una serie de ejecuciones de ciudadanos de origen afroamericano a manos de policías locales y, esta semana, por parte de radicales de extrema derecha.
El tema del racismo se inscribirá forzosamente en las discusiones de la campaña que se avecina para la renovación de la presidencia estadounidense. Más allá del pésimo manejo que el Gobierno de ese país ha hecho de la pandemia y de la inevitable crisis económica que de ella ha derivado, este nuevo capítulo podría generar una mayor división interna en un país que lo último que requiere es una nueva dosis de confrontación.
Si bien el racismo se inscribe desde las primeras páginas de la historia de Estados Unidos, lo que hoy acontece en esa nación resulta más peligroso por el contexto local y las consecuencias que pudiera traer en el ámbito global.
No cabe duda que en estos términos, la estrategia de Donald Trump ha sido incitar a la división entre blancos y otras minorías como los afroamericanos, hispanos y musulmanes. Cada uno de estos últimos sería responsable de los males que aquejan a la sociedad norteamericana, que ha visto resurgir el odio entre razas como no se veía desde la década de los sesenta, cuando en ese país surgieron los derechos civiles que pusieron fin a las divisiones entre negros y blancos.
La supremacía blanca es una idea que por muchos años ha sido la base del pensamiento republicano. Hoy más que nunca, esta tesis se mantiene viva ante la dificultad de llevar al debate electoral resultados gubernamentales, crecimiento económico o gestión de la pandemia.
Las divisiones que a diario Trump pregona en sus redes sociales, discursos y conferencias de prensa se han convertido en un combustible que ha encendido a la comunidad afroamericana. Se antoja complicado calcular los alcances que tendrá esta crisis interna en el marco de las elecciones del próximo mes de noviembre.
Hoy podría decirse que Trump pagará el costo de la división. Pero en política uno nunca sabe.
Segundo tercio. No le salió la broma al Embajador. Christopher Landau quiso hacerse el chistoso al comprar un cachito de lotería para la supuesta rifa del avión presidencial y presumirlo en sus redes, pero el gesto, como todo en este país, generó polémica, división e insultos.
Tercer tercio. Bien por Claudia Sheinbaum de oponerse a que la difamación sea tipificada como delito. La propuesta del diputado local de Morena Eleazar Rubio sería un retroceso.
@EdelRio70