Recta a recta, acelerón a acelerón, los tiempos han rebasado a uno de los elementos más románticos y aspiracionales del serial de la Fórmula 1: los constructores independientes.

Entre todos ellos, quizá la historia más entrañable y encomiable era la de Frank Williams. Ser hijo de un oficial de la Royal Air Force propició que en su niñez tuviera un vínculo especial con los motores y la mecánica. A partir de eso, nadie le regalaría nada hasta llegar a tener su propia escudería en el máximo escaparate. Trabajando de inicio como vendedor de comida, utilizó sus ahorros para cumplir su sueño de los monoplazas. Así se fue acercando a esa industria y a algunos de sus jóvenes pilotos como Piers Courage y Jonathan Williams. Con ellos compartiría un pequeño apartamento en Londres y terminaría por colaborar como mecánico.

Si de entrada anheló él mismo conducir un bólido, tras unos años reenfocó su meta en la fabricación. El resto sucedió demasiado rápido, incluido el fracaso de su primer proyecto en 1976 y el relanzamiento de inmediato con la fuerza que le dio el aprendizaje. Diez años más tarde ya recibía condecoraciones de la reina Isabel II, desde entonces orgulloso de un equipo al que en este 2020 dejará como el segundo más ganador de la historia a nivel de constructores (por delante, sólo Ferrari).

Sir Frank Williams y su hija Claire confirmaron semanas atrás que habían vendido la escudería a un fondo de inversión. Así que el Gran Premio de Monza de este fin de semana representará su adiós. Por supuesto, este Williams, incapaz de competir con los gigantes de la F1, se parece cada vez menos al del pasado. Como sea, es un paso más para la corporativización de un serial en el que ya no quedarán soñadores, esclavos del mérito, como Frank. Lo que sigue son portafolios de inversión en los que apenas se distingue a una cara visible o millonarios poniendo el dinero desde sitios remotos como el Golfo Pérsico o la India.

Grandes pilotos han sido parte de la saga de Sir Frank: Alan Jones, Alain Prost, Nelson Piquet, Nigel Mansell, Damon Hill, Jenson Button, Nico Rosberg, Jacques Villeneuve, Valteri Bottas, Felipe Massa, Juan Pablo Montoya, Ralf Schumacher y, por supuesto, Ayrton Senna, fallecido a bordo de un Williams en 1994 de ahí que los chasis de la escudería le rindan tributo con su logotipo.

Williams mantendrá el nombre, mas ya no será lo mismo. Rebasados cual en un coche de carreras en una curva imposible, los constructores independientes habrán de asumir que lo suyo con la Fórmula 1 será cada vez menos factible. Acaso ya lo era y Sir Frank ha resistido mucho más de lo imaginable.

Réquiem por el deporte motor que fue.

     

                                                                                                                                                                                      Twitter/albertolati

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