Al ser el problema del sobrepeso y la obesidad multifactorial, especialistas advierten la necesidad de que la estrategia para combatir esta otra epidemia sea también desde distintas trincheras.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) no hay una causa única para la obesidad ya que combina un desbalance entre las calorías consumidas y las que son utilizadas con la ingesta excesiva de alimentos calóricamente densos, altos en azúcares y grasas; a lo que hay que sumar el decremento de actividad física y la naturaleza sedentaria de muchos trabajos.
En lo que se refiere a la dieta, la autoridad internacional ha identificado factores como la economía, la disponibilidad de alimentos, el estilo de vida y una falta de políticas públicas que fomenten una alimentación saludable como las principales influencias perjudiciales. Si bien se ha visto que la obesidad tiende a ser mayor en áreas urbanizadas, lo que sugiere un rol preponderante del ambiente como causa, también se han observado variaciones individuales considerables que sugieren que los índices de adiposidad son afectados por una compleja interacción entre desarrollo, comportamiento, influencias y genética (1).
Por ejemplo, estudios llevados a cabo en gemelos criados por diferentes padres adoptivos encontraron que los menores tenían un peso más similar al de sus padres genéticos, a pesar de haber sido criados en ambientes distintos (2). Por su parte, el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos observó entre los integrantes de una familia una variación de peso vinculada a mutaciones genéticas diversas.
Ante un panorama en donde el sobrepeso y la obesidad es multifactorial, la forma más efectiva de atajar esta otra pandemia mundial es mediante aproximaciones holísticas que tomen en cuenta campañas de educación, alimentación, activación física y fácil acceso a alimentos frescos o con contenidos calóricos y nutricionales adecuados.
La Escuela de Salud Pública de Harvard indica que la fundación de los hábitos de por vida está en la etapa temprana de vida. Por ello, en centros de educación se pueden proponer planes educativos que hagan énfasis en la alimentación sana y también es posible incrementar el acceso a alimentos frescos y no procesados como parte de las comidas en horario escolar. De igual manera, se debe considerar poner a disposición de la población programas de intervención psicológica para los casos en los que el sobreconsumo de productos tenga un componente conductual serio.
La obesidad y el sobrepeso, así como las enfermedades no transmisibles relacionadas a estas, son en gran medida prevenibles. Por ello la OMS recomienda, además de las acciones emprendidas desde los gobiernos, un conjunto de acciones individuales como limitar el nivel de calorías de grasa y azúcares consumidas, comer más frutas y vegetales y tener actividad física regular.
Asimismo, la Organización Mundial de la Salud apunta que, desde la promoción de buenos hábitos de salud, hasta el cuidado individual en centros de salud para pacientes de alto riesgo, deben ser tomados en cuenta en las políticas públicas para reducir la obesidad.
Y si bien las políticas fiscales pueden contribuir a disminuir el consumo de algunos productos, no solucionan por sí solas la problemática, por lo que deben ser parte de un conjunto de acciones integrales.