Desde luego, había que festejar de alguna manera la Independencia, y hombre, cómo pedirle a esta administración, con sus pulsiones vintage, con ese vigoroso caminar en reversa rumbo a la edad de oro del echeverrismo y el lópezportillismo, que prescindiera de toda la chabacanería del nacionalismo revolucionario, cuando, sea nos justos, no lo ha hecho administración alguna. Dicho esto: ¿hacía falta repetir, con ligeras variantes, la fiesta de todos los años, como si no pasara nada? En serio: ¿luces tricolores que bailan triunfales sobre la plancha del Zócalo? ¿Es neta, lo de la marimba juguetona, el zapateado festivo, el grito del mariachi y los fuegos artificiales, cuando contamos 70 mil muertos, una cifra que invita a cierto recato, cierta solemnidad, incluso cuando repites sin pudor que es muestra del éxito de Hugo López-Gatell? ¿A nadie se le ocurrió que las luces, en el Zócalo vacío, iban a producir un efecto más bien perturbador? ¿O que el popurrí de música patriótica iba a traer ese eco desolador, igual que lo trajeron los “vivas” del Presidente? Es pregunta.
Porque no se entiende muy bien lo que pasó. Una celebración tan ostentosa y a la vez tan triste deja la sensación de que el Gobierno que sí nos iba a escuchar a todos, ese que se supone que baja día con día a nivel de calle, todo sensibilidad, para percibir las necesidades del pueblo bueno, más bien vive en un progresivo aislamiento, en un alejarse de la realidad, esa realidad horrible de la pandemia, sí, y de la crisis económica, y de la violencia. Porque luego estuvieron los referidos “vivas” del Presidente, con lo de la fraternidad universal, lo de la esperanza y lo de nuestra riqueza cultural, y sin un guiño, por ejemplo, a quienes se la rifan por nosotros en los hospitales. O sea, unos vivas que son otro ejemplo de ese apasionado, persistente diálogo consigo mismo.
Con la 4T nunca se sabe: igual la fiesta del 15 fue calculadísima. Igual se trataba de representar en media hora, con luz y sonido, los rasgos definitorios de esta administración. Igual fue, pues, la fiesta perfecta. O no. Igual los ciudadanos nos gastamos una lana en una fiesta incomprensible. Bueno, otra lana. Porque, recordemos, el mismo día del grito nos enteramos de que Dos Bocas, esa refinería que nos iba a ser soberanos y prósperos, con toda certeza no va a existir, porque se les pasó el detallito de hacer un estudio técnico de viabilidad.
Pero veamos el vaso medio lleno: pudo haber un viva a la rifa del avión.
@juliopatan09