Leonardo tenía 20 años cuando ya formaba parte de las filas del Ejército Mexicano. Era 19 de septiembre de 1985, todo parecía indicar que sería un día como cualquiera, pero no fue así.
Recuerda que eran alrededor de las 7 de la mañana y se encontraba en el Campo Militar número 1-A en Naucalpan, Estado de México; acababa de terminar su entrenamiento cuando él y sus compañeros escucharon un fuerte estruendo.
El piso comenzó a moverse de una manera muy brusca y no permitía que se mantuvieran firmes, fueron pocos minutos, pero se sintió como si el mundo se fuera acabar, por su cabeza solo rondaban pensamientos sobre su familia, lo único que quería en ese momento era salir corriendo y verificar que su familia estuviera bien.
Al escuchar la alarma, los soldados salieron inmediatamente de los dormitorios sin importar que no llevaran puesto el uniforme y se dirigieron al patio principal, todos se encontraban en total desconcierto por no saber qué sucedía fuera de las instalaciones.
Ese mismo día, los soldados fueron convocados para resguardar los edificios destruidos, cuando salieron del cuartel, Leonardo no podía creer lo que sus ojos veían, las calles no se distinguían entre las capas de polvo que dejaron los edificios que se vinieron abajo…
Se escuchaban sirenas por todos lados, postes de luz tirados, gente herida; unos corriendo entre las calles con la ropa rota, llena de sangre, intentando encontrar a sus familiares, muchos lloraban de desesperación y poco a poco los cuerpos de rescate comenzaban a llegar para auxiliar a las personas.
Sin embargo, ese día los soldados no fungieron como rescatistas sino hasta al otro día, cuando una nueva replica vino a tirar por completo las estructuras que habían quedados dañadas, fue en ese momento cuando el Gobierno solicitó el apoyo del Ejército y la Marina Nacional.
Ya era 20 de septiembre y la situación en México era dramática, narra Leonardo. Varios grupos de voluntarios les apoyaron, trabajaron día y noche tratando de sacar con vida al mayor número personas que estaban sepultadas bajo los escombros.
También recuerda que mientras unos mexicanos se solidarizaban y les mostraban su apoyo brindándoles un plato de comida o una botella de agua, otros tantos se dedicaron a saquear tiendas, a robar casas y quitar las pertenencias de los cadáveres que encontraban.
El sismo de 1985 dejó una huella imborrable en Leonardo que marco para siempre su vida, años después de lo sucedido, decidió darse de baja del Ejército Mexicano ya que la mayoría del tiempo estaba fuera de la Ciudad de México y temía que si se presentaba un sismo de gran magnitud posiblemente estaría lejos y no podría ayudar, por consiguiente, se incorporó a la Secretaria de Seguridad Publica, donde actualmente aún se encuentra laborando.
LEG