Twitter: @CarlosAlvarezMX
Frente a la elección del 2021, Morena tiene sólo dos caminos. El primero es fortalecer su programa ideológico, acorde a lo que el presidente López Obrador desea para el país, ello, aunque su militancia se reduzca de forma drástica. Siempre es mejor calidad que cantidad. Sería lograr la consolidación de un proyecto nacional, que en realidad represente una verdadera transformación, con líderes -nuevos o viejos- que estén convencidos de las causas y objetivos por los cuales luchan. La meta es construir un partido que represente al pueblo, pero liderado por ciudadanos capacitados, pragmáticos y eficientes, pero no faltos de escrúpulos o sinvergüenzas. Todo lo contrario, llenar al partido con mexicanos que sumen al prestigio del Movimiento de Regeneración Nacional, no que le resten.
La segunda vía es convertirse en un gigante tonto, ciego y sordo. Un partido atrapa todo, que se vuelva masivo, que engrose su número de militantes, pero que entre ellos venga un revoltijo que destruya su identidad. Porque en esa apertura siempre existe el riesgo de que se filtren todo tipo de personajes indeseables o corruptibles, que han sido expulsados de otras fuerzas políticas sumamente desprestigiadas, o que, incluso, pertenecen al crimen organizado. Es decir, si Morena elige esta opción puede volverse todo lo que 30 millones de electores aborrecieron en el 2018, y destruir con ello lo que lo llevó al poder. La pugna por un cargo de elección popular no puede ser “perredizada”. No serán unas cuantas tribus las que edifiquen y culminen la obra de la transformación. No le hace bien al proyecto presidencial que los miembros del Movimiento de Regeneración Nacional peleen al estilo “Kramer vs. Kramer”.
En Guerrero existe un luminoso ejemplo de este dilema. Un candidato representa todo lo que Morena necesita para triunfar en dicha entidad. Tiene estirpe, linaje, probada reputación, gran capacidad, honestidad valiente, así como un limpio e histórico apellido. Se llama Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros y sería, sin dudas, un gran gobernador. Otros aspirantes y suspirantes representan proyectos anteriores que resultaron en un fiasco o fueron limitados por poderes fácticos que los llevaron a la inercia de la devastadora corrupción.
En Guerrero, y en todo el país, Morena debe ser mucho más. Debe ser la palanca que López Obrador pueda usar para movilizar al “elefante reumático y cojo” de la vida pública. En el 2021 debe consolidarse como una opción electoral, pero también como parte de una agenda de Estado que fluya en una sola dirección. Por ejemplo, los legisladores de este partido no pueden seguir enfrentados para lograr cotos individuales. O se siembra una parcela, o se cosecha un bosque. Deben elegir, como les dijo el propio Presidente, tomar partido, todo ello sin caer en el maniqueísmo monocromático del estás conmigo o contra mí. Lo mismo ocurre con los administradores públicos del Movimiento de Regeneración Nacional que llegaron a un cargo en los tres niveles de Gobierno, gracias al empuje en las urnas del líder tabasqueño. Tienen que servir, sin ser serviles. Trabajar, sin convertirse en lacayos.
Morena es un proyecto político muy joven, de apenas un lustro de constitución. Hasta mediados del 2018 su futuro dependía íntegro de lo que hiciera López Obrador, su padre, quien lo concibió exitosamente tras muchos intentos fallidos. Un infante que el tabasqueño dejó caminar sin andadera a partir de que ganó la Presidencia de la República. El niño ya puede ir solo al baño, y de él depende hacer bien las cosas, o dejar un batidero. La responsabilidad del Movimiento recae ahora en los candidatos que en estos días se definirán. Ellos y ellas deberán actuar como finos equilibristas del Cirque du Soleil. No deben ser malabaristas de promesas vacías, ni chapulines de patas cortas y colas largas. Los que aspiren a un cargo público o de representación popular deben personalizar y encarnar en sus entrañas el sacrificio de miles de mexicanos que acompañaron al tabasqueño durante décadas de lucha por lograr una verdadera democracia. Deben conocer lo que duele una derrota, no porque perdiste en las urnas, si no porque te robaron la elección.
Porque los que no sufrieron en carne propia como lo hizo López Obrador, no comprenden lo que el sacrificio significa. No sienten lo que es perder un amigo o un familiar porque el régimen corrupto y autoritario te lo mató. Los que obtienen todo fácil y a manos llenas no valoran nada. Los candidatos de Morena del 2021 tienen que ser hombres y mujeres que les haya costado sangre, sudor y lágrimas su capital político, no deben ser simples advenedizos. El futuro de México es el de la maratón, con muchos Andrés Espinosa que nos representen. No se debe competir por competir, por llenar huecos. En el Movimiento de Regeneración Nacional se requieren corredores de fondo, deportistas de alto rendimiento que ganen muchas preseas doradas, por el bien de la Nación. Mexicanos que pongan en alto a México y que trasciendan a López Obrador, pero atesorando siempre su legado.