El mexicano Mario Molina, quien se describía como un apasionado por la ciencia, fue galardonado con el Premio Nobel de Química en 1995 por sus investigaciones sobre la amenaza de ciertos gases industriales para la capa de ozono, una aportación vista como crucial para la salud del planeta.
Molina, que falleció el miércoles a los 77 años, llevó a cabo desde muy joven sus primeros experimentos hasta en el baño de la casa de sus padres y a la postre fue considerado uno de los principales investigadores a nivel mundial de la química atmosférica.
Molina nació en la Ciudad de México en 1943 y fue ingeniero químico egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (1965); posteriormente realizó estudios de posgrado en la Universidad de Friburgo, Alemania (1967) y recibió un doctorado en Fisicoquímica de la Universidad de California, Berkeley, en Estados Unidos (1972).
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Fue pionero y uno de los principales investigadores a nivel mundial de la química atmosférica. Fue coautor, junto con F.S. Rowland en 1974, del artículo original prediciendo el adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de ciertos gases industriales, los clorofluorocarburos (CFC), que les mereció el Premio Nobel de Química.
Asimismo, sus investigaciones y publicaciones sobre el tema condujeron al Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico.
Cabe mencionar que la Universidad Autónoma de México (UNAM) dio a conocer que el ingeniero químico falleció el día de hoy a sus 77 años.
Pasión por la ciencia
Desde que era niño demostró su gusto y pasión por la investigación científica. Cuando era pequeño sus padres -Leonor Henríquez y Roberto Molina, quien fue profesor en la UNAM y embajador de México en Etiopía, Australia y Filipinas- le compraron un pequeño microscopio.
Posteriormente realizó varios experimentos en su propia casa, donde transformó un baño en un improvisado laboratorio.
“Pasaba horas mirando en mi microscopio lo que nadie podía ver a simple vista”, explicó Molina en una entrevista con el diario francés Le Figaro en 2013. “Toda mi vida me he guiado por el deseo de descubrir cosas nuevas y por el deseo de ser útil utilizando mis conocimientos”.
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Además del Nobel, recibió un caudal de premios y reconocimientos, entre ellos el de Caballero de la Legión de Honor del gobierno de Francia en 2012 y la Medalla de la Libertad de la presidencia de Estados Unidos en 2013, además de una medalla que le otorgó la NASA por sus logros científicos.
“Desde muy joven, la ciencia fue mi pasión a pesar de tener padres de orientación literaria. A los 10 años, devoraba las biografías de los premios Nobel como Marie Curie”.
Molina fue investigador de la Universidad de California en San Diego (UCSD), donde formó parte del Departamento de Química y Bioquímica y del Instituto de Oceanografía, considerada una de las instituciones líderes en la investigación de los fenómenos asociados al cambio climático.
En México, formó parte de un centro de investigación y promoción de políticas públicas que lleva su nombre, donde realizaba estudios sobre energía y medioambiente, especialmente en los campos de cambio climático y calidad del aire
Con información de Angélica Rivera.
TFA