@guerrerochipres
El conjunto de la vida pública y politico-partidaria del país parece estarse resolviendo casi exclusivamente en torno a la suerte de la presidencia nacional de Morena.
Hay razón suficiente para ello. De un lado, claramente —así lo indican los consensos— existe un candidato, Mario Delgado, que representa a todos aquellos que se plantean desde un punto de vista progresista y de izquierda dialogante la continuidad del proyecto político actual; en la figura de Porfirio Muñoz Ledo, parece habitar un proyecto en que un énfasis social de una izquierda de movimiento querría hacerse cargo de la dirección política del partido en el poder y de buena parte del proceso sucesor.
Muñoz Ledo y sus voceros cercanos dispararon tempranamente acusaciones e invectivas diversas contra Delgado y sus aliados, sin ofrecer nunca, a pesar de la formación jurídica de Porfirio, evidencia alguna de sus dichos. Por otra parte, se planteó cierta disposición a responder a las acusaciones en relación con los recursos que se habrían utilizado para una campaña visible y relativamente vistosa, que ocupó espacios relevantes a nivel nacional a favor de Delgado.
Indico que Muñoz en apariencia representa a la izquierda que lo impulsa porque en realidad él es una especie de parapeto, en este caso como siempre, se ha distinguido por simplemente apropiarse de espacios cupulares de interacción con la opinión pública y el poder nacional, incluso desde que fue designado secretario del Trabajo por Luis Echeverría. En un par de ocasiones durante los últimos 20 años, yo mismo le he comentado que solamente su ambición y vanidad son semejantes a su brillantez, lo cual es decir suficiente para bosquejar su naturaleza.
Siempre que tiene un espacio político en el que puede ser protagonista del debate de lo público, reconoce validez al contexto en el que participa. Cuando pierde esa oportunidad, despotrica contra el ambiente o personaje que le dio la opción de ese protagonismo al que es tan afecto por virtud de su innegable inteligencia, pero también como consecuencia de su indiscutible predisposición permanente a ser el centro de todas las historias.
Mario Delgado fue uno de los primeros representantes de Morena antes de que fuera partido político oficialmente registrado. Su formación académica y su estilo de trabajo, nunca afectados por el origen priista y tampoco por algún coqueteo con el PAN, además de su propia edad, lo acercan más a una generación que habrá de decidir el futuro equilibrio de las fuerzas e ideologías en una elección marcada por la nueva “covidianidad” y la resignificación de todas las esferas de la vida pública y privada, de lo laboral a lo familiar.
La disputa interna de Morena evidencia las limitaciones o virtudes de los contendientes proyectadas al momento de dar legitimidad a su aspiración y a la forma en que intentan operar su arribo a la dirección del principal partido político de México.