Luis Miguel Martínez Anzures

 

El significado político de derecha e izquierda data de la Revolución Francesa, pero ambos términos pueden ser útiles para entender los procesos políticos de siglos atrás, así como de los tiempos más recientes. Son guías que ayudan a darle un rumbo a la concepción de organización del Estado y la manera en cómo se estructura internamente este ente para llevar a cabo, los fines que ha decidido instrumentar hacia el futuro.

A lo largo del artículo anterior, pudimos observar que la delgada línea entre las corrientes progresistas y las defensoras del Statu Quo, no tienen las mismas directrices que los siglos anteriores a esta época.
Muchos han sido los cambios en su concepción.

En estos días como ya es costumbre en la época de la posverdad, no se cuenta con una definición nítida de lo que significa pertenecer a la derecha ideológicamente hablando. Sin embargo, el trabajo del profesor estadounidense Corey Robin en torno a la visión del mundo del pensamiento conservador moderno, expresado en su libro The reactionary mind, comparte un intento por clarificar este paradigma. Para este experto, a partir del movimiento que acabó con Luis XVI y su monarquía absoluta en Francia, los términos derecha, conservadurismo y reacción, son sinónimos que no pueden distanciarse uno del otro, sino que, al contrario, se complementan. En esencia, son políticas que se oponen a la emancipación de los estratos que se encuentran en los peldaños inferiores y la base de la pirámide social.

En este sentido, la evidencia histórica moderna ha demostrado que mientras las relaciones de desigualdad de poder y privilegios entre grupos y clases se mantengan en su estructura más básica, la derecha no se moviliza, sino todo lo contrario: permanece inerte.

Pese a ello, esa disposición a la pasividad cambia y sus líderes ponen en operación a sus bases cuando consideran que el poder que han ejercido como rutina se les escapa, cuando el conglomerado de relaciones sociales y económicas que sostienen sus privilegios es desafiado desde abajo y corre el peligro de desfondarse. Ya en acción, los grupos conservadores defienden la estratificación existente, la posición de superioridad de sus miembros, lo mismo en la esfera doméstica que en la económica, política y cultural. De esta manera, pueden explicarse las diversas formas para reprimir a las minorías raciales en Sudáfrica durante el Apartheid, al igual que en los Estados Unidos de América, a través de los reclamos continuos del asedio de la policía hacia los afroamericanos y latinos.

Lo que ambos ejemplos dan a conocer, es que en cualquiera de los casos lo que se busca en primera instancia, es que nada cambie; sino más bien, utilizar el conjunto de instituciones para regular el proceso de cambio social que exigen los ciudadanos de aquellos países, de manera tal, que no afecte la estructura de organización económica, política o social del entorno.

Muchos capítulos de la historia han evidenciado que el antiguo régimen o el que, ya iniciado un proceso de renovación o sustitución, es irrecuperable y que la coyuntura lleva a una bifurcación que habrá de cristalizarse en favor de la corriente política más fuerte para llevar a cabo, su proyecto de Gobierno.

En este orden ideas, un camino conduce a la derecha a la aventura de construir, por las buenas o por las malas, un viejo régimen con una nueva imagen, pero igual en esencia. Uno que, en su espíritu, mantenga las jerarquías y divisiones sociales del antiguo, pero sin las debilidades que llevaron a su crisis; ese fue, por ejemplo, el camino de la España del franquismo o del pinochetismo en Chile.

La otra ruta parte de la idea de aceptar el cambio, de acomodarse en el nuevo régimen e intentar desde ahí tratar de regular la intensidad y dimensión de los cambios para asegurarse que no sean abruptos. Un ejemplo de esto es el sistema parlamentarista en Reino Unido que ha logrado mantenerse a flote por siglos a pesar de los cambios coyunturales del tiempo.

Otro caso sucedió en Estados Unidos, cuando la derecha norteamericana concluyó que la solución al problema de la Gran Depresión de 1929 debía basar su sobrevivencia a partir de la implementación del New Deal, que el presidente Franklin D. Roosevelt (1933-1945) quería llevar a cabo y que, a su vez, sería la base del Estado de Bienestar que caracterizaría a Estados Unidos hasta los años 70´s.

Como se ha podido apreciar el epicentro del pensamiento conservador se dará en la mayoría de los casos, a partir del deseo por mantener y sostener las condiciones de desarrollo y prosperidad económicos para ciertos grupos sociales. Esta primera condición a pesar del tiempo es el motor de los cambios sociales en casi todas las sociedades, sin importar el tiempo que pase. Y aunque muchas veces, vayan acompañados de otras temáticas como el cambio climático, la violencia de género, entre mucha otras, el fondo de tales inconformidades responde a la forma en que se comporta la estructura de organización social. Si es desigual, puede pasar mucho tiempo, pero al final, el descontento entre los ciudadanos puede generar mayores problemas que se traduzcan en inestabilidad para el régimen.

Por todo ello, será importante observar cuál será la forma en que tratará de posicionarse en el espectro ideológico partidista nacional la derecha mexicana, con el objetivo de robustecer sus cuadros.

En cualquier democracia vigorosa en sus principios y funciones es sano mantener fresca la oferta pluripartidista en virtud de robustecer las opciones para representar a una sociedad multicultural como la mexicana.

 

                                                                                                                                    @Drlmma56