José Ureña

Entendámonos:

La concentración de poder presidencial es por la falta de líderes.

De todas partes.

Todo mundo voltea hacia la oposición y busca símbolos en el PAN, el PRI o el PRD.

No los hay.

Ni en esos ni en los, cortesía del Trife de Felipe Fuentes Barrera, de nuevo registro por el INE de Lorenzo Córdova.

Pero tampoco los tiene el Morena, porque sólo hay un dios y toda virtud es cortesía suya para quien quiera siquiera figurar en una mañanera.

Ustedes ya saben quién.

Porque nadie tiene méritos para mucho.

Puede usted incluir a Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal o Marcelo Ebrard: todos son del partido del Gobierno pero con carisma prestado.

O sombra ajena, si no se les deja ser ellos, actuar por ellos, proyectarse por ellos y perfilarse a un futuro sucesorio por ellos mismos.

LA PATRIA PIERDE

Aquí hay una pérdida de la patria.

Esta carencia de valores no se veía en los peores tiempos del neoliberalismo –conste: registramos el lenguaje aniquilador- de Carlos Salinas a Enrique Peña y sus intermedios de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón.

Recordemos:

En la campaña de Carlos Salinas surgieron en 1988 Manuel J. Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas como paradigmas de la derecha y de la izquierda, respectivamente.

Y ya en el poder, Salinas permitió la aparición de personajes como Diego Fernández de Cevallos, Carlos Castillo Peraza, Ernesto Ruffo Appel, Carlos Medina Plascencia, Luis Héctor Álvarez y Francisco Barrio en el PAN.

En la izquierda: Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Heberto Castillo y el actual presidente en el PRD.

En el PRI emergieron Luis Donaldo Colosio, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, Manuel Camacho e inclusive personajes estilo Víctor Cervera Pacheco.

Hoy nadie.

Acaso el mejor opositor sea el ex presidente Felipe Calderón, sobre quien el Estado y el Presidente enfilan todas sus baterías desde Palacio Nacional y los supuestos órganos autónomos.

O gobernadores –quién sabe por qué los habrá escogido de adversarios preferentes- como el tamaulipeco Francisco García Cabeza de Vaca y el jalisciense Enrique Alfaro.

Pero ninguno con tamaños para liderar un movimiento social y menos para poner en jaque el autoritarismo de Palacio Nacional.

SORRY, PORFIRIO

Porfirio Muñoz Ledo habla magnífico inglés.

Superior a su brillante español, digno de cualquier cátedra y los mejores foros de la ONU.

Pero esta vez, sorry Porfirio.

El interés de Palacio Nacional está puesto en el 2021 y nadie de los finalistas como Mario Delgado para dar gusto porque lo mandó llamar el patrón desde San Lázaro.

El deberá satisfacer todos los apetitos de candidaturas, de amigos, de fieles a la causa para poder participar en la liturgia en la segunda mitad del sexenio.

¿Qué significa esto?

Sólo una cosa: el Tribunal de Felipe Fuentes Barrera echará tierra sobre quien fue escogido para entregar la banda presidencial en 2018 al tlatoani.

Una pena por Porfirio.

Y con razón o sin ella se quedará solo en la loma con su discurso de altura, sus argumentos fiables y su inminente final de olvido.

Todo por cortesía de la 4T.

LEG

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