Cuando el viernes de la semana pasada el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó en su conferencia mañanera el resultado preliminar del Producto Interno Bruto (PIB) al cierre del tercer trimestre, en su primera lectura, cometió muchas imprecisiones y una indiscreción.

López Obrador dijo la mañana del viernes que había recibido el dato, que es responsabilidad del Inegi, una noche anterior, cuando oficialmente ese Instituto, calificado como autónomo, publica sus datos al mundo a las seis de la mañana del día que marca su propio calendario.

Claro que se trata del Presidente, pero ese dato adelantado a Palacio Nacional no deja de ser información privilegiada. Valdría la pena saber si todo lo que el Inegi da a conocer a los mercados tiene un adelanto privilegiado a Palacio Nacional y a dónde más. O quizá López Obrador se confundió de cuándo recibió el dato, y ya.

El tráfico de información privilegiada gestó la burbuja bursátil de los ochenta que acabó por desatar el crack de 1987. Muchos “tiburones” no eran otra cosa que gestores bursátiles con datos confidenciales filtrados.

Uno de los episodios más recodados de información privilegiada se dio cuando en diciembre de 1994, en los primeros días de la administración de Ernesto Zedillo, el Gobierno entrante se dio cuenta que no había ya más remedio que devaluar al peso.

El Gobierno de Salinas se había negado a devaluar, pero la operación para hacerlo en diciembre de 1994 fue torpe, hasta inocente. Reunieron a algunos empresarios y operadores financieros para notificarles lo que habría de suceder durante las próximas horas.

Más de uno sintió repentinas ganas de ir al baño en esa reunión privada en Los Pinos y fueron a encontrar un teléfono para dar la instrucción de comprar cuanto dólar pudieran en sus empresas y bancos.

El resultado fue una devaluación tan fuerte que, desde entonces a esa crisis, que gestó Salinas de Gortari, pero agravó Ernesto Zedillo, le llamaron el “Error de Diciembre”.

El tráfico de información en México da para una enciclopedia, pero para cerrar hay que recordar que hace no muchos años el Banco de México decidió adelantar el anuncio de las decisiones de política monetaria de su Junta de Gobierno al mismo día en que se asumía, porque cuando se reservaba para el día siguiente, muchos participantes de los mercados se enteraban antes como por arte de magia.

La institucionalización que tuvo el país sobre todo este siglo, o para ser más específicos entre finales de los años noventa y el 2018 ayudó a evitar esas fugas de información, o digamos para limitarlas.

Desarmar a las instituciones, como lo padecemos hoy en el país, solo contribuye a que regresemos a esos días del manejo discrecional de los datos. Ahí están los datos de la Covid-19 como ejemplo.

Quizá por eso no hay empacho en aceptar desde Palacio Nacional que lo que el Inegi comparte con el mundo oficialmente a las seis de la mañana, ellos lo tienen desde la noche anterior y lo presumen abiertamente.

                                                                                                   @campossuarez