Desde hace algunos años, diversos sectores han mostrado su preocupación y han sumado esfuerzos globales para reducir los daños a la salud causados por fumar, erradicar las muertes por esta práctica y lograr un futuro libre de humo.
Sin embargo, actualmente en el mundo aún hay más de mil millones de fumadores -15 millones de ellos en México-, quien en su mayoría no cuentan con acceso a información veraz y a alternativas que representen un menor riesgo para la salud, como los cigarros electrónicos, los vapeadores, los sistemas de tabaco calentado o el tabaco de consumo oral.
El sector tabacalero es uno de los que muestran mayor preocupación por ofrecer un futuro sostenible a la sociedad y al medio ambiente. Ejemplo de ello es Philip Morris México, compañía que se propuso para 2030, dejar de vender de manera paulatina en el país los cigarros combustibles que produce.
Para que esto ocurra, de acuerdo con la compañía cigarrera, se debe trabajar en nuevos productos que sean capaces de reemplazar a los cigarrillos convencionales y reducir las sustancias tóxicas que se liberan del humo de la combustión, las cuales son nocivas para el organismo del fumador.
Aunque en México no existe una regulación específica por parte de las autoridades para la comercialización de dichas innovaciones tecnológicas, en países como Reino Unido, Canadá y Estados Unidos ya hay avances importantes en esta materia, de la mano de la ciencia y la tecnología.
Tal es el caso de IQOS de Philip Morris, el dispositivo electrónico de tabaco calentado que estableció un precedente mundial con la autorización de la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (Food and Drug Administration o FDA) para su comercialización como “producto de tabaco de riesgo modificado”, que implica un menor riesgo de enfermedades relacionadas con el tabaco derivado del cigarro que combustiona.
En Suecia, por ejemplo, hay una de las tasas de fumadores más bajas de la Unión Europea gracias a Snus, un producto de tabaco que se consume de manera oral, y que a pesar de ser ilegal en varios puntos del bloque europeo -salvo los países escandinavos-, frenó la demanda de los cigarrillos convencionales y disminuyó su consumo de tabaco hasta alcanzar un porcentaje inferior al 20% de su población.
Así, con esta visión y prácticas para el futuro, la industria tabacalera se está transformando para ser una de las pioneras en la revolución de productos que terminaron por beneficiar a la salud pública y a sus consumidores.
ica