Recordar incesantemente conduce a la obsesión y a la locura
Jack London
Cuando hablamos en términos de éxito en la vida, acostumbramos creer que hay gente que piensa mucho y otra poco. Esto es un error, todos los seres humanos tenemos la misma cantidad de pensamientos por día, alrededor de 60 mil. La diferencia entre quien triunfa y fracasa no está en el mucho o poco pensamiento, sino en su calidad.
La psicología ha descubierto que de esa cantidad de pensamientos solo somos conscientes del 10%. Es decir, ni cuenta nos damos que estamos pensando. Si nuestra vida no es como queremos que sea, es porque estamos llenos de pensamientos “basura”, o sea, inútiles; obsesivos, dándole vueltas siempre a lo mismo, o negativos, planteando constantemente escenarios catastróficos.
Si pusiésemos atención a lo que pensamos, nos daríamos cuenta de ello con tan solo en 10% del que solemos ser conscientes, que es, por otra parte, un reflejo del otro 90%, el cual, por cierto, nos controla, porque si no lo conocemos, no podemos controlarlo.
En este contexto, de pensamiento desordenado y generalmente negativo, una de las actividades mentales que más afecta nuestras vidas es la de “rumiar” nuestro pasado. Una parte de nosotros no acepta menos que la perfección, de ahí que desde la perspectiva de los “hubiera” regresamos una y otra vez a tratar de remendar lo sucedido, porque no fue como nos hubiera gustado.
Nuestra alma no está en paz, porque el pasado está mal, y digo está porque es ahora, en el presente, cuando estamos efectuando tal juicio. Nos estamos contando de una manera frustrante y dolorosa las experiencias que ya vivimos, y con eso volvemos a los ayeres imperfectos, o los traemos con todo y su carga emocional al presente, como usted quiera verlo, porque estamos cuánticamente desdoblándonos en el tiempo y el espacio.
Así es, la mente responde a las leyes de la física cuántica: todo es ahora. No existen ni el pasado ni el futuro cronológicamente. Coexisten con el presente.
Por tanto, usted puede desplazarse en el tiempo y el espacio a través del campo electromagnético que produce su actividad neuronal, y en el que, según los últimos descubrimientos de la neurociencia, está el “ser consciente”.
Quien discierne en estos momentos lo que dice este artículo no lo hace con las neuronas, sino con el espectro energético que la actividad eléctrica entre ellas genera, y que rodea al contenedor llamado cerebro.
Sí, en realidad el cuerpo que está sentado mientras un “usted electromagnético” lee esto, es un recipiente, ciertamente maravilloso, por cuanto interactúa con esa energía aportando sus propios elementos: las emociones. No obstante, está compuesto por la misma esencia intangible de la conciencia, solo que solidificada por una baja frecuencia oscilatoria de vibración energética.
¿Qué utilidad puede tener lo que le estoy diciendo? La de comprender que, si bien el poder está en sus emociones, posibles solo mediante la actividad sensorial del cuerpo, el control está en su mente. Aquellas son el resultado de la materialización de la conciencia, y deben trabajar en su favor para elevarla, no aquella para hacer lo que a éstas otras se les ocurra.
Le hemos entregado el mando a nuestras emociones, resultado de sensaciones de agradable o desagradable, gusto o disgusto, placentero o displacentero, y las hemos convertido en pensamientos, juicios, creencias de bueno o malo, aceptable o rechazable, etc.
Si invirtiéramos el proceso y aprendiéramos a cambiar nuestros pensamientos para educar nuestras emociones, entenderíamos por fin la vida. Se daría usted cuenta entonces de que puede cambiar su pasado para que su presente sea mejor y su futuro el que quiere, simplemente desplazándose cuánticamente para observar aquello que lo hirió o lo frustró, encontrarle ventajas desde una óptica positiva y contárselo de otra manera que lo haga sentir en paz con la vida. Física cuántica pura.
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@F_DeLasFuentes