@guerrerochipres
La llegada de la primera mujer a la Vicepresidencia de Estados Unidos es parte de una doble vía de acceso: la propia trayectoria y empuje de Kamala Harris y, de otro lado, el plan partidista desplegado contra Donald Trump, un Presidente incontinente de sus debilidades respecto del racismo.
Con el énfasis étnico que la prensa quiere subrayar, aunque es al menos de dos razas distintas de los anglosajones, Harris es el nuevo símbolo global del potencial de las mujeres en una etapa en que en la agenda internacional resurgió desde el 2018 la visibilización del machismo y sus víctimas.
En una nación multicultural y diversa, en la que se abolió, en el papel, la esclavitud en 1863, pero en la que estados como Misisipi accedieron a plasmarla en su Constitución hasta 2013, subsisten múltiples expresiones sorprendentemente retardatarias que han dividido al país o, alternativamente, revelan íntima división.
Kamala tendrá luz propia, incluso para agregarla al Presidente electo, Joe Biden, a quien en diversas ocasiones enfrentó con éxito en los debates del Partido Demócrata.
Al tiempo que ella será la primera mujer, también será la primera vez que un hombre, su esposo Doug Emhoff, sea cónyuge de una vicepresidenta. La nueva masculinidad no solo estará en el discurso, sino en la realidad, para extender su conocimiento y práctica en la sociedad.
México avanza en el mundo esa agenda. El titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, felicitó justamente este lunes a Leticia Bonifaz por su elección por 126 países en el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la Organización de las Naciones Unidas. Son dos noticias vinculadas a cambios globales y nacionales.
Kamala Harris emergió con mérito propio para convertirse en la personalidad que ahora es. Su ascenso abre lecciones de oportunidad para las mujeres, en un momento en que en diferentes latitudes hay un relanzamiento de la defensa de género, tras décadas de agravio y abusos.
Romper el techo de cristal es hoy parte de una lucha global de millones, que permitirá mostrar la capacidad de las mujeres en la conducción de políticas públicas de impacto global.
La primera vicepresidenta de EU —pero no la última, pues millones de niñas ahora crecerán inspiradas por la posibilidad que ella abre y que a su vez debe a muchas más que han luchado por darle a las mujeres oportunidades igualitarias— nació en Oakland en una familia de inmigrantes de India y Jamaica.
Aguda senadora del estado más poblado de EU, aprendió a su paso por la titularidad de la fiscalía estatal, siendo también la primera afrodescendiente que lo logró.
A los 56 años ha sabido ser contemporánea, declarándose cómoda con su identidad, que ella describe como estadounidense: “Mi punto era: yo soy quien soy. Y me siento bien con eso. Quizá tú tengas que descifrarme, pero a mí me parece bien”, ha dicho.
Buen trayecto para ambas personalidades. Son ejemplo de otras generaciones.