@guerrerochipres
La prevención es un tema de importancia fundamental en el seno familiar y requiere de ojos, oídos y corazón de mucha gente, fuera del hogar, para generar sinergia social para sostener valores y modificar comportamientos.
La violencia entre niñas, niños y adolescentes (NNA) es aprendida. El entorno puede propiciar agresión y todos debemos colaborar para evitar las condiciones en que falta de afecto, atención, cuidado, se convierte en peligro para su vida: por presencia de organismos delictivos, ausencia de supervisión y pago de culpas paternales reflejadas en “dejar hacer y dejar pasar” de manera libérrima o cuando se requieren cuidados médicos y específicamente psiquiátricos.
Al igual que en la violencia de género, puede ir desde una agresión verbal, revestida de “broma”, hasta la violencia física o sexual.
Las sociedades hemos dado un papel secundario al apoyo emocional entre los integrantes de una familia. Nuestro entendimiento de una vida emocional sana para el pleno desarrollo humano, no han llegado a toda nuestra comunidad o no está al alcance de muchas familias y grupos sociales, como la comunidad escolar, el centro de trabajo, un centro deportivo, la iglesia o cualquiera de “las familias” de las que participemos.
El Gobierno de la Ciudad de México tiene programas de atención y políticas para la inclusión y la participación, pero en una metrópoli de las más grandes del mundo, el alcance tiene efectos diferenciados y la prevención no siempre logra incorporarse a las mesas y círculos de conversación de los hogares.
Las familias pueden heredar “disfuncionalidades”, y en ocasiones solo un logro individual modifica la situación, en lugar de tener una resiliencia colectiva que resignifique vínculos.
Nuestros menores son prioridad porque representan una vida nueva, que se forja según el estilo individual de la familia, sea la configuración que está tenga. El Gobierno atiende el círculo social de marginación, la falta de oportunidades, el rezago educativo, en suma la precariedad.
La atención de fondo y constante en nuestros hogares pasa por un gran esfuerzo de colaboración social. No dejar pasar ni dejar perder detalle. El tiempo de calidad es en ocasiones más importante que la cantidad de horas sin un vínculo significativo.
El tema tampoco es tratado con suficiencia en la sociedad, en los medios, y definitivamente no es un tema del que hablemos abiertamente en nuestra realidad. Tienen que ocurrir hechos violentos públicos que involucren a menores, para que reenfoquemos. No ha sido suficiente.
Sin afecto, generosidad, compromiso, escucha, empatía, no hay familia ni comunidad.
Siempre hace falta la especificidad del hecho, conocer sus orígenes. Por fortuna no es un hecho generalizado como lo estableció la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, al aludir al incidente trágico del doble homicidio de dos niños, primos del presunto responsable. Con el programa Barrio Adentro, se abre una puerta de intervención pública. Las familias y las comunidades deben hacer lo propio.