Todo éxito tiene lugar fuera de la zona de confort

Michael John Bobak

 

A todos nos preocupa de una u otra manera tener éxito. Cualquiera que sea el ámbito en que nos desempeñemos, de ser exitosos depende ser elegidos sobre otros en una sociedad competitiva. 

Destacar nos permite tener mejores condiciones laborales o ventajas de negocio, de las cuales depende nuestro nivel de vida, oportunidades de desarrollo y estatus social, esa frágil posición de la que desafortunadamente hacemos depender nuestro equilibrio emocional, porque ponemos en ella el sentido de la importancia personal.

Puede no gustarnos este sistema, pero salirse de él es prácticamente convertirse en un paria, de manera que debemos reorientar la forma en que lo experimentamos para que no nos devaste.

Pasar sobre los demás es una mala idea. Nos quedaremos aislados al final, amargados e insatisfechos.

Así pues, comprender el éxito, no como un producto de la comparación con otros, sino como una forma personalísima de desempeño, hace la diferencia no solo entre quienes destacan y quienes se estancan o se hunden, sino entre la felicidad y la infelicidad. 

El éxito no es nada más una cuestión de competencia y su resultado: vencer a otros y disfrutarlo un rato. Es una forma de vivir satisfechos con nosotros mismos.

Efectivamente, el único parámetro válido para medir el éxito es el grado de satisfacción personal; mientras más alto, más seguros nos sentimos, con una autoestima en su justa dimensión, confiados en nuestras capacidades y potencial, alegres por los resultados, aunque no sean los esperados por otros. 

Esta actitud es la que influye en el ánimo de los demás. Se elige al que mejor se vende, y se vende mejor el que es seguro de sí mismo. Hay gente que puede dar muy buenos resultados, pero su inseguridad la descalifica de antemano.

Ahora, la forma de sentirnos satisfechos con nosotros mismos, y por tanto seguros, no es otra que ascender en la escala de las acciones, que consta de tres niveles: el del mínimo esfuerzo, el de lo suficiente y el de más allá de lo suficiente.

Es lógico en cuál de los tres está el éxito: el tercero. El secreto es no sufrir el proceso, sino divertirnos durante el mismo, lo cual solo puede lograrse si quitamos la vista del resultado final que esperamos, y la fijamos en la meta diaria, que una vez cumplida nos hace sentir valiosos. Un día a la vez y apreciando las cosas sencillas de la vida, cambiando nuestro humor, mediante un saneamiento mental. 

¿Por qué ver la vida catastróficamente si eso nos hace sufrir?, y el mismo esfuerzo nos cuesta verla con confianza y fe, lo que nos hace sentir bien. La primera forma de ver la vida nos lleva al miedo de no lograr lo que nos proponemos, la segunda al contento de cumplir día a día un objetivo razonable, lo que nos permite disfrutar lo esencial, aquello que no se compra.

Sí, en tiempos difíciles el éxito depende de apreciar lo esencial para sentirnos bien, eso que damos por hecho sin agradecerlo: la familia, el techo, la comida y hasta el aire, e incluso las circunstancias adversas que nos impulsan a salir de nuestras zonas de confort para ser creativos y exitosos. 

En este lugar de gratitud nos sentiremos inspirados y con ánimo para esforzarnos más allá de lo mínimo y lo suficiente, que son producto de una apatía debida al pesimismo.

Podremos incluso pasar a la siguiente escala, multiplicadora del éxito, que consiste también de 3 niveles correlativos a los de acción: damos menos de lo que tomamos, damos en la misma medida, o damos más. La tercera es la que nos va a destacar siempre sobre los otros y nos proporcionará muchas satisfacciones personales, sencillamente porque el primer nivel es el del miedo y el tercero el del amor, que engrandece al que lo siente más que al que lo recibe.

                                                                                                      delasfuentesopina@gmail.com

                                                                                                    @F_DeLasFuentes