El dato del día tiene que ser el Indicador Global de la Actividad Económica, el IGAE, de septiembre pasado.
Porque, al final del día, el resultado final de la medición del Producto Interno Bruto (PIB) que hoy dio a conocer el Inegi, debe ser muy cercano a la primera lectura publicada hace prácticamente un mes.
Pero aislar el comportamiento de la economía durante el noveno mes del año permite ver la calidad del rebote de las actividades productivas. Sobre todo, porque en septiembre había una sensación de superar la emergencia y en franco camino hacia la nueva normalidad del semáforo verde.
La película económica que hemos visto en lo que va del año empieza con una economía que recibe el 2020 con una ligera recesión, producto de un manejo con poca pericia de la economía durante el primer año de Gobierno de la 4T.
La declaratoria de la pandemia en México, con medidas sanitarias extremas como el confinamiento, que llevaron al PIB a una caída histórica.
Y a un verano de un regreso a muchas actividades productivas, sobre todo industriales, menos de servicios, que marcan un rebote claramente insuficiente.
Este, el cuarto trimestre del año tiene el reto del aumento en el número de contagios y el eventual regreso a las medidas estrictas de confinamiento y parálisis económica.
Para fortuna de la propia economía, y para que la Secretaría de Hacienda se pueda regodear con sus propios pronósticos, hoy es poco probable que el PIB de México pueda alcanzar una caída de dos dígitos durante este año.
Sin embargo, lo que sí se confirma es que no se ha hecho lo suficiente para que el rebote de las actividades económicas pueda alcanzar la ya famosa forma de la “V” de la que tanto habla el propio presidente López Obrador.
El desempeño de la pandemia y de desarrollo de una posible vacuna de distribución masiva es todavía incierto.
No es el mismo escenario si se contienen los rebrotes y se logra una rápida aprobación y distribución de la vacuna durante el primer trimestre del año a un posible rebrote más extendido de la enfermedad y que no se logre, por burocracia o disponibilidad, inocular a una parte importante de la población de México y el mundo.
Y dentro de ese amplio espectro de calamidades globales que todavía puede brindar la pandemia, están los demonios locales. Que en el caso de nuestro país no son pocos.
Antes del caso cero del SARS-CoV-2 en México, la economía ya enfrentaba la calamidad de una visión anacrónica de la relación del Gobierno federal con el sector privado.
Los malos proyectos de infraestructura no murieron con la pandemia y ni la crisis económica más profunda en México en casi cien años ha servido para mover un milímetro los programas asistencialistas y la visión estatista que impulsa la 4T.
Así que, más allá del incierto comportamiento de la Covid en México, no hay generadores de impulso económico que apunten a que será en el corto plazo cuando México pueda recuperar el nivel perdido durante este 2020.
@campossuarez