Como he dicho antes, las tragedias no nos enseñan tanto como asegura el lugar común y, sobre todo, no necesariamente nos enseñan cosas buenas. Uno de los ejemplos más claros nos lo trajo la pandemia: el de Hugo López-Gatell. El súper subsecretario ha tenido mil y una oportunidades de aprender cosas importantes y útiles, en los casi doce meses transcurridos desde que el coronavirus se convirtió en noticia, porque mucho ha aprendido el mundo en ese tiempo. Podría haber aprendido –hace ya mucho, sí– de la importancia del cubrebocas. Como podría haber aprendido lo importante que es practicar pruebas masivamente, una lección que, por suerte, otros sí han asimilado en el país. Claudia Sheinbaum, por ejemplo. Como podría haber aprendido que recibir a los contagiados en los hospitales antes de que presenten síntomas graves permite salvar muchas vidas.
Y no aprendió. Porque tal vez no negó abiertamente que el cubrebocas sea útil, pero sin duda se tardó muuuuchos meses en recomendar abiertamente su uso, y se sigue practicando un número bochornosamente bajo de pruebas, y sobre todo, inconcebiblemente, nos siguen presumiendo el número de camas vacías en las clínicas, cuando el número de muertes, en los hospitales públicos, es dos, tres y hasta cinco veces más alto que en los privados. Así es como llegas a un millón de contagios y 100 mil muertes que más bien son el doble, o a la distinción que hizo Bloomberg en días recientes: de 53 países estudiados, 53 países con economías mínimamente robustas, México es el peor calificado en su modo de enfrentar la pandemia.
Pero hay algo que sí aprendió el subsecretario: cuando te evidencien, carga contra los medios. Lo ha hecho varias veces en las ultimas semanas, y lo hizo hace un par de días con el gran maestro de ese arte, el Presidente, cuando, juntos, arremetieron contra Héctor de Mauleón, y con ellos, claro, lo hizo el colectivo de funcionarios y columnistas paleros. Héctor, escritor brillante, es uno de los columnistas más leídos porque nadie como él para documentar el horror de vivir en este país violento y corrupto. Lo demostró en los años previos a este sexenio y lo hace todavía. Esta vez, sin embargo, no tuvo que tomarse tantas molestias. Lo único que hizo fue retuitear el mensaje desesperado de una niña que pedía ayuda porque a su hermana, gravísima, no la admitían en el hospital.
Y es que eso es lo que aguanta la retórica triunfalista, o sea la demagogia, la mentira, del nuestro zar anti pandemia: un retuit.
@juliopatan09