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FOTO: REUTERS Antes de que se instalara la burbuja en la casa, agregó, "los residentes veían a sus familiares a través de una ventana  

Colette Dupas, una residente de un hogar de ancianos francés, solo ha podido verse con sus hijas mediante videollamadas o a través de una ventana desde que comenzó la pandemia de COVID-19.

Ahora, la mujer de 97 años ha podido sentir su contacto, gracias a un túnel inflable y dos mangas plásticas.

La “burbuja para abrazos” permite a los residentes del hogar de ancianos, aislados del mundo exterior para protegerlos del virus, tomarse de la mano y abrazar a los familiares que los visitan, porque en todo momento están separados por una película plástica sellada herméticamente.

Antes de su jubilación, Dupas tenía una panadería en Boussois, a 6 kilómetros de la residencia de ancianos. Su familia todavía dirige el negocio.

Al encontrarse con sus hijas el viernes, Dupas entró por un extremo del túnel. Se paró frente a la lámina de plástico y pasó los brazos por dos mangas de plástico unidas al resto a la altura de los hombros.

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Sus hijas, Marie-Paule Dronsart y Marie-Joseph Marchant, se acercaron por el otro lado. Cada una pasó un brazo por una manga y acariciaron los hombros y el pelo cano de su madre.

Antes de irse, se turnaron para besar a su madre en la mejilla a través del plástico.

“Ha traído consuelo”, dijo Stephanie Loiseau, asistente de enfermería en el hogar de ancianos en Jeumont, cerca de la frontera con Bélgica.

Antes de que se instalara la burbuja en la casa, agregó, “los residentes veían a sus familiares a través de una ventana o una cámara y realmente extrañaban tener un contacto real”.

Una vez que Dupas y sus hijas salieron de la burbuja, un asistente social desinfectó el plástico y lo dejó listo para el próximo encuentro: Fabienne Dewille se reunió con su madre, Raymonde Loire.

Dewille usó las fundas de plástico para tomar las manos de su madre. “Se siente bien poder reunirnos así, ¿no?”, le dijo a su madre.

 

ica