Pese al aumento de hospitalizaciones por Covid-19 y alerta en el semáforo epidemiológico en la Ciudad de México, familias enteras acuden a la Basílica de Guadalupe donde, por momentos, no se respeta la sana distancia ni el uso de cubrebocas.

A escasos días del cierre del santuario mariano ubicado en el cerro del Tepeyac anunciado en conjunto por las autoridades eclesiales y civiles, cientos de peregrinos siguen visitando la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Familias enteras, bebés, niños, adolescentes, adultos, mujeres embarazadas y personas de la tercera edad, inclusive en silla de ruedas y con tanque de oxígeno, pasean por la explanada e inmediaciones del santuario mariano.


Algunos, evidentemente cansados, toman asiento en algún rincón, en las escaleras o en las bardas de los diferentes espacios de la Villa.

A días de las fiestas guadalupanas, ya se aprecian los peregrinos con grandes mochila en la espalda, los cuadros, las imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe. Algunos acuden de manera individual, otros en grupos de hasta 20 personas.

 

El personal de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe procura que los visitantes cumplan con las medidas sanitarias, tales como el correcto uso del cubrebocas y el distanciamiento social. Por momentos, los feligreses olvidan las recomendaciones. Los trabajadores siguen insistiendo.

Afuera de la Basílica, el filtro sanitario se ha intensificado. Desde una cuadra antes del ingreso al santuario dedicado a la advocación guadalupana, se han instalado al menos una decena de dispensadores de gel antibacterial, conforme pasa el día, algunos están vacíos.

También han colocado rejas para dosificar la entrada de personas, pero las aglomeraciones son inevitables al ingreso.

Asimismo, cuentan con cámaras que miden las temperatura corporal, además del termómetro digital empleado por personal del filtro sanitario.

 

DAMG