Para Alberto J., un joven oriundo de esta ciudad, el presente año ha sido fatal. Se fue en enero pasado de “mojado” a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades laborales, pero tuvo que regresar hace tres semanas porque le avisaron que su madre, de 61 años, se había contagiado de Covid-19. Al llegar a su tierra, ya encontró muerta a su primogenitora, solamente alcanzó a ver sus cenizas.
Casado y con dos hijos pequeños, Alberto J. cuenta que durante el tiempo que estuvo en el vecino país de norte “no me fue nada bien”, pues no encontré trabajo estable; solamente en temporadas cortas laboró en la industria de la construcción, así que llegué sin ningún quinto”.
Pero lo peor, lamenta, es que “me fui dejando a mi madre, quien era viuda, completamente sana, y ahora la encuentro muerta, no lo puedo creer”.
Mi madre, agrega, era pensionada y vivía sola en su casa ubicada al sur de la ciudad. “Yo sé que ella se cuidaba, casi no salía a la calle, ni recibía muchas visitas, así que no sé dónde se pudo haber contagiado”.
Comenta que su madre estuvo intubada unos cuantos días en una clínica de la capital del estado, pero finalmente no pudo resistir y murió a causa del COVID-19.
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“La última vez que hablé con ella por teléfono me dijo que estaba bien, que no me preocupara, pero unos días después me habla un familiar y me dice que la habían internado”, dice con pesar.
Advierte que la presente temporada navideña va a ser “muy triste, pues perdí a mi madre, sin poder despedirme de ella, no tengo trabajo, tengo deudas y una gran preocupación porque no sé cómo voy a mantener a mi familia”.
Esta es solamente una historia de las miles de tragedias que se viven cotidianamente a consecuencia de la actual pandemia por el COVID-19, una emergencia sanitaria que, al parecer, seguirá causando por varios meses más estragos en la salud y la economía de numerosas familias mexicanas.