Mario Antonio Ramírez Barajas
*Doctor en Administración Publica por la Universidad Anáhuac y presidente de la Federación Nacional de Ajedrez de México (FENAMAC).
Recuerdo con claridad, cuando en 1976 falleció mi abuela paterna: llegué a visitarla al hospital, por la noche, para enterarme en ese momento de su muerte. Una enfermedad larga y penosa que sólo hizo se quedara por un largo periodo en el hospital, cada vez más sola, rodeada de enfermeras y doctores en lugar de familiares.
Esta parece ser una historia cada vez más común, la transición epidemiológica nos ha llevado hacia enfermedades crónico-degenerativas como diabetes, hipertensión o arterioesclerosis; actualmente no se curan, sólo se sobrellevan.
Los avances de la ciencia y la medicina, más allá de desaparecer los problemas de salud, los han controlado sin hacer desaparecer por completo sus manifestaciones más visibles.
De hecho, ahora hemos “medicalizado” los últimos años de nuestras vidas y en múltiples ocasiones la existencia de estas personas, cuando son hospitalizadas, se reduce a una cama, una silla y una familia sin preparación para afrontar los problemas médicos y humanos propios de la vejez, al final dejan de visitarlos.
Así esta edad se convierte en una gran prueba para la solidaridad familiar y no siempre se pasa satisfactoriamente.
Los tiempos cuando se podía morir en casa, rodeado de familiares y amigos parecen anécdotas de un pasado muy lejano.
La actual pandemia simplemente ha agravado este problema, los datos disponibles confirman el impacto de la enfermedad con efectos severos en la población mayor. El grupo de edad más afectado es el de 45 a 64 años, con un exceso de mortalidad de 62.6%, seguido del grupo de 65 años y más con 33.0% y del grupo de 20 a 44 años con 18.4%.
Hay factores predictivos de una vejez exitosa. incontrolables: la clase social de la familia, la cohesión familiar, depresión grave, longevidad de sus ancestros, temperamento y salud al llegar a los 50 años; controlables: abuso de alcohol, tabaquismo, estabilidad matrimonial, ejercicio físico, actitud positiva ante los problemas cotidianos y nivel de educación conseguido y mantenido.
Si las variables controlables son atendidas adecuadamente solo la depresión es el único factor predictivo que afecta la calidad de vida. Por eso es tan importante atenderla sin restarle ninguna importancia a su impacto emocional.
Son muchos los estudios de neurocientíficos importantes acerca de las medidas a tomar con el potencial de beneficiar el funcionamiento neuronal: el ejercicio regular y sistemático y el aprender algo nuevo son al parecer, los más potentes neuroprotectores, disponibles con tan sólo un par de tenis y la voluntad de seguir estudiando y conociendo algo nuevo.
El ajedrez en particular, tanto para quienes lo saben jugar y tienen a la mano prácticamente un mundo de aplicaciones para practicarlo desde la comodidad de su teléfono o compartirlo con un amigo de toda la vida, o aquellos que nunca se dieron tiempo de aprenderlo, ahora lo podrían hacer, lo recomiendo ampliamente por su potencial para reconciliarnos con nuestras propias capacidades y fortalecer la memoria, autoestima y espíritu de lucha. Es un verdadero oasis para abrevar en él, en los momentos más secos y desiertos de la vida, Adicionalmente tiene efectos sorprendentes para combatir la depresión propia de esa edad y de estos tiempos tan difíciles.
Las bases de una tercera edad feliz se relacionan en primer lugar con lo hecho en la vida, esto es, no tener pendientes emocionales, profesionales, familiares o patrimoniales de alto costo. En una vida en donde hubo metas fijadas y alcanzadas; los logros de los hijos y la presencia de los nietos, en ambos casos, cuando los hay.
El segundo, y tal vez el más importante: la capacidad de no depender económicamente de nadie.
Nada es más difícil que saberse viejo y al levantarse no tener ni un peso en la bolsa, peor aún, sentirse sin fuerzas para salir a buscarlo. Todas las personas mayores desearían seguir viviendo con su familia, con los suyos, sin embargo, su preocupación mayor es no convertirse en una carga para ellos, en ser autosuficientes.
Las generaciones jóvenes necesitan actuar, no basta en pensar al estado como quién se tiene que responsabilizar de ellos, hay que cuidarlos, procurarlos, sobre todo, entenderlos. Los jóvenes, perciben todo un mundo por ganar; las personas de edad avanzada, en cambio lo pierden día a día y a veces de golpe por un mal paso y actualmente por el Covid 19 como riesgo más significativo
José Bergamín Gutiérrez, poeta y dramaturgo español, fallecido en agosto del 83, lo ilustró magistralmente en un poema:
Tú estás pensando en tú vida,
Yo estoy pensando en mí muerte.
Por eso es tan difícil
que tú puedas entenderme
El camino para encontrar respuestas satisfactorias aún es muy largo, hay que empezar a transitarlo a un paso más rápido, por ellos, por nosotros, por todos
LEG