Donald Trump retomó su vida de ciudadano común en Mar-a-Lago, su lujoso club de golf en Florida, alejado del centro de atención que estuvo concentrado en la juramentación de Joe Biden como nuevo presidente de Estados Unidos.

Cuando la ceremonia de su sucesor demócrata estaba en su punto álgido en Washington, el multimillonario llegó en automóvil a su club en West Palm Beach, escoltado por una treintena de coches. Uno de ellos llevaba al oficial militar que cargaba la famosa maleta con los códigos nucleares.

Trump voló a Florida por última vez en el Air Force One. Lo acompañaron a bordo su esposa Melania y el hijo de ambos, Barron, además de los hijos mayores del magnate: Donald Jr, Ivanka y Eric.

El presidente saliente, que no hizo ningún comentario a los periodistas durante el vuelo, fue recibido por centenas de simpatizantes.

Los fanáticos se alinearon a lo largo de la ruta que dirige a Mar-a-Lago, ondeando banderas estadounidenses o de la campaña de Trump.

Hay indicios de que sus hijos adultos se mudarán cerca de la órbita de su padre, quien fue vetado por Twitter y otras redes sociales luego de ser acusado de instigar a sus simpatizantes a asaltar el Congreso estadounidense el 6 de enero.

También hay futuros vecinos no están muy contentos.

En diciembre, los residentes de Palm Beach enviaron una carta al ayuntamiento donde recuerdan que, según un acuerdo de 1993, el club es un club y no una residencia a tiempo completo.

El documento publicado por el Washington Post estipula que el uso de las suites del club se debe limitar a “un máximo de tres períodos no consecutivos de siete días en un año”, algo que el club niega.

Según un recuento del Post, el presidente ya incumplió esta norma al superar con creces el límite y se espera que batalle esta argumentación.

Y los problemas en Mar-a-Lago solo comienzan. El club recibió una advertencia del condado de Palm Beach por celebrar una fiesta de fin de año sin mascarillas ni distancia social.

El hijo mayor, Donald Trump Jr., de 43 años, había publicado un video de la fiesta en las redes sociales, donde se ve a la gente bailando y cantando un tema de 1989 de Vanilla Ice, quien actuaba en vivo.

Antes de volar a Florida, Trump fue honrado ayer en una pequeña ceremonia sin brillo a la que faltaron muchos invitados. Como máximo unas 500 personas viajaron a la base militar Andrews, en la gélida periferia de Washington, donde el viento golpeaba con fuerza.

De personalidad transparente

Una corbata roja, a menudo demasiado larga. Un puño levantado frecuentemente en alto para una multitud que lo apoyaba. El ceño fruncido. Un tono de voz elevado.

El presidente Donald Trump nunca ocultó cómo se sentía. Sus palabras y lenguaje corporal dejaron en claro sus pensamientos.

Durante más de cuatro años, el mandatario republicano cultivó una base política al compartir sus pensamientos y emociones (orgullo, felicidad, indignación, rabia) diariamente, a veces a cada hora, creando una especie de omnipresencia que dominó por completo el ciclo de las noticias.

Como ningún presidente de Estados Unidos lo hizo antes, se convirtió en el centro de atención, la estrella del reality show que fue su Gobierno, siempre con un ojo para la cámara, un don para lo dramático, un instinto para lo escandaloso.

A sus seguidores les encantó. Sus oponentes lo odiaban. Independientemente de estas preferencias, casi todos sintonizaron. El país y el mundo miraron y fueron consumidos.

El programa pudo haber tenido consecuencias mortales…

Cumple protocolo y deja ‘generosa’ carta a Biden

AFP

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo que su antecesor Donald Trump le dejó una carta “muy generosa” en el Despacho Oval, cumpliendo con una tradición del cambio de mando, pese a que no asistió a la ceremonia.

“Me dejó una carta muy generosa”, dijo Biden a los periodistas en la Casa Blanca.

Debido a que Trump anunció que no asistiría a la ceremonia de traspaso del mando y nunca felicitó a su rival demócrata, se generó mucha expectativa sobre si cumpliría con el rito de dejar un mensaje para su sucesor.
LEG