Ángel Álvaro Peña

Las ambiciones personales obligan a la oposición a perder sus objetivos comunes. La alianza inconforme que intenta crear contrapesos surge ante la necesidad de quitarle, por la vía de las urnas, la mayoría a Morena, para detener las obras de la 4T, para hacer juicio político contra el presidente, para desacreditarlo, para sabotear su proyecto, para rescatar privilegios o para lo que sea. El caso es que la alianza se extendió a otras candidaturas de cargos de elección popular como la humedad.

Las razones por las cuales la alianza se extendió hasta las gubernaturas, presidencias municipales, legislaciones locales también son varias. La primera -y más urgente- conservar el registro en todo el país de más de uno de los partidos que la integran. La segunda, llegar a 2024 en alianza entre ellos y los que se sumen en este lapso para obtener la Presidencia de la República.

Las presidencias municipales en todo el país tienen más partidos que candidatos, más colores que propuestas, más enemigos que amigos.

La alianza dejó sentir su antinatura conformación en el interior de los tres partidos políticos coaligados, pudieron dejar la alianza con el propósito original que era sólo integrarse para las candidaturas a diputaciones federales, pero la desesperación de la derrota anunciada y la ambición por ganar amplió peligrosamente a otros niveles de gobierno.

Ante la observación de la población, la alianza ampliada no es otra cosa que la ambición de los mismos personajes del pasado queriendo recuperar espacios y privilegios, lo cual resta importancia a la alianza y al resto de candidaturas que bajo esas siglas se presenta ante un electorado más consciente que nunca.

El descontento social que pudo haber reunido la oposición si sólo se hubiera concentrado en las diputaciones federales, se echó a perder en la ambición de quienes llevan su contagio inexplicable de propósitos inmediatos a los congresos locales.

Un problema adicional que también puede poner en peligro la duración de esta alianza es el pleito que existe entre los tres partidos por llegar con sus personajes para las diputaciones federales plurinominales, donde los que hacen campaña deben trabajar duro para que quienes no hacen campaña ganen y, lo que es peor, es que con la derrota de quienes sí hacen campaña pueden salir beneficiados aquellos que cómodamente frente a sus curules esperan sólo la unción del INE para tomar posesión en un lugar ya predeterminado en el Congreso.

La discusión y la división de la alianza tienen dos frentes, primero al interior de cada partido y, en segundo lugar, entre los tres partidos que quieren asegurar que sus hombres y mujeres de mayor peso puedan estar al frente de una Cámara de Diputados federal que no tendrá mayoría y sí mucha división a la hora de operar como contrapeso legislativo.

Sus pleitos internos, su ambición por el poder, su intención de protagonizar el regreso al pasado es percibido por la población como un exceso. Ya de por sí era una alianza entre antagónicos que si bien se parecían un poco ahora confirman que pudieron ser iguales en el pasado porque engañaban al electorado barnizando las elecciones de un perfecto ejercicio democrático.

Teniendo el cuestionable pasado que comparten, con las raíces diferentes de color y signo político, esos tres partidos nunca se van a poner de acuerdo, el propósito común de desestabilizar al actual gobierno como único objetivo se vuelve frágil ante la solidez de una conciencia electoral que ha dejado atrás el voto duro para dar lugar al voto espontáneo y libre que nada tiene que ver con la calidad de votos que en algún momento llevó a esos partidos al poder, como es el voto de castigo y otros adjetivos que las elecciones del pasado enterraron en la historia electoral del país.

Los partidos que basan su posible futuro triunfo electoral en lo que consideran voto duro pueden tener sorpresas poco agradables y todo por desviar la intención original de una alianza que parecía triunfadora y lógica en el momento de concebirla dentro de los límites de su propia iniciativa, pero ante su ampliación a todos los cargos de elección popular en la contienda, lejos de fortalecer a los integrantes los debilita.

La búsqueda de equilibrios es legítima, las formas y las prisas, los protagonismos y las ambiciones pueden revertir el propósito de esta alianza que iba bien, muy bien.

La ambición de quienes amplían esta propuesta es interpretada de manera poco agraciada por la población. Es tiempo de rectificar, de darle solidez a las finalidades que le dieron origen y crear en realidad un frente común en las diputaciones con los líderes más poderosos al interior, pero menos fuertes ante el electorado.

Hasta ahorita lo que demuestran esos tres partidos políticos fue que se equivocaron de enemigo. El contrincante no está en sus filas sino fuera de ellas, la inconformidad social no surge contra ellos sino a favor de una intención de arrebatar la mayoría en el Congreso a un gobierno que rechazan, lo cual es digno y propio de toda democracia, pero quienes están siendo antidemocráticos son quienes exigen democracia y equilibrio de poderes. PEGA Y CORRE. – La corrupción en la Conade no empieza en esta administración. Cuando gobernó el virrey Alfredo Castillo hubo muchos cómplices que deben ser no sólo inhabilitados sino castigados. Ahora la Función Pública sanciona a dos servidores públicos y a un exfuncionario, quienes resultaron responsables de irregularidades en el ejercicio y comprobación de recursos públicos del Fondo para el Deporte de Alto Rendimiento en el ejercicio 2019. En realidad, los delitos y las cantidades son mínimas comparadas con los desvíos de Castillo en esa dependencia… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.

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