El balón en el juicio político contra Donald Trump está ahora del lado de su defensa, luego que ayer concluyera la presentación de pruebas por parte de los demócratas.
Los señalamientos por parte de los llamados “gerentes” del impeachment parecen inapelables. Las órdenes que el republicano emite desde tribunas o por Twitter se cumplen sin menoscabo por parte de sus seguidores. Así sucedió el 6 de enero, cuando grupos de extremistas y supremacistas blancos tomaron por asalto el Capitolio y amenazaron con “colgar” al vicepresidente o golpear a la demócrata Nancy Pelosi.
La legisladora Diana DeGette presentó su caso con pulcritud para probar que los alborotadores no actuaron por su cuenta, sino que fueron invitados por Trump al Capitolio. En los videos que transmitió se escucha cómo usan las mismas palabras que Trump pronunció en su discurso previo, cuando insistía en un fraude electoral.
Jacob Chansley, conocido como “el chamán de QAnon”, quien acudió al asalto ataviado con pieles y cuernos, fue detenido… luego aseguró que había sido “invitado por el Presidente”, declaraciones similares a las expresadas por Dominic Pezzola, miliciano de la ultraderecha de los supremacistas Proud Boys.
Los legisladores concluyeron así su argumentación, diciendo que el expresidente estadounidense alentó a una insurrección tras perder la reelección y es tan peligroso que se le debería prohibir volver a ocupar el cargo.
Después de dos días de presentaciones, que incluyeron horas de videos, los demócratas de la Cámara de Representantes que ofician de fiscales urgieron a los senadores a condenar al republicano.
“Nosotros, humildemente, les pedimos que condenen al presidente Trump por un delito del que es abrumadoramente culpable”, dijo Joe Neguse.
“Si no lo hacen, si lo niegan”, agregó, “¿quién puede asegurar que no volverá a suceder?”.
CON INFORMACIÓN DE AGENCIAS
Presumen primer enlace de Biden con Xi Jinping
AFP
Su primera conversación era muy esperada: el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su homólogo chino, Xi Jinping, arrancaron su nueva relación con una extensa llamada telefónica en la que cada uno quiso marcar su territorio.
“Pasé dos horas al teléfono sin interrupción con Xi Jinping”, contó ayer el demócrata, mostrándose firme frente a Pekín.
“Si no hacemos nada, nos aplastarán”, dijo sobre el diálogo… inusualmente largo para las potencias m
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