El Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) que atendió al primer caso de Covid-19 el 27 de febrero de 2020, hoy es un hospital dedicado exclusivamente a atender a pacientes con esa enfermedad aunque ha permanecido saturado.
De acuerdo al Sistema de Información de la Red IRAG, la ocupación de camas con ventilador en la Unidad de Cuidados Intensivo se mantuvo en 100% durante casi todo el año, excepto en agosto y septiembre, cuando se registró en 93%.
El primer contagio del virus SARS-CoV-2 en México se trató de un hombre de 35 años, quien viajó al norte de Italia. Entonces, las imágenes que Wuhan regalaba al mundo se convirtieron en nuestra realidad.
Compras de pánico de cubrebocas y gel antibacterial, cuyo precio se triplicó; el arranque de la reconversión hospitalaria, así como el montaje de centros temporales Covid acapararon la atención de los mexicanos, incluso, el Gobierno federal firmó convenios con la iniciativa privada para brindar los servicios necesarios.
Pese a ello, la ocupación hospitalaria llegó al límite y en las fachadas de hospitales como el INER se leyeron letreros que decían: “Sin disponibilidad”.
“Hoy todas las camas están ocupadas; es complicado tenerles que ayudar a derivar a otros lados, porque aquí ya no tenemos espacio para atenderlos”, manifestó el doctor Jorge Salas, director general del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, en diciembre pasado cuando se registró uno de los picos de la pandemia.
En ese entonces, durante su participación en un foro organizado por el Senado, Salas explicó que el criterio de ingreso al INER es que tengan una grave insuficiencia respiratoria, “todos tienen neumonía”, ante lo cual su tasa de mortalidad es de 35% “muy alta, comparada con otras enfermedades”, reconoció.
Actualmente, para atender o valorar a los pacientes de dicho instituto, con algún padecimiento respiratorio no Covid, se implementó la teleconsulta, la cual se puede obtener llenando un formulario en su página web https://registro.iner.gob.mx/teleconsulta/.
Fluye organización
Es 18 de febrero, casi un año de la llegada del virus al país, y un intenso sol pega sobre quienes están a las afueras del INER.
Aunque en los primeros meses era constante observar a familiares arremolinados en el hospital para recibir informes o ingresar a un paciente, ahora el tránsito es más fluido.
El corredor de la zona, el área de Urgencias y la de Consulta ya no lucen abarrotadas, pero no porque no haya más enfermos, sino porque el instituto resaltó que los informes sobre los estados de salud se dan a distancia para prevenir contagios.
Los vendedores ambulantes se cambiaron a la acera de enfrente –cuentan– porque están cansados de narrar las interminables muertes; mientras que el personal de las farmacias aledañas –afirma– no tiene permitido hacer comentario alguno.
También resalta la presencia de elementos de la Guardia Nacional (GN) que permanecen en la zona; ello, luego de que en los primeros meses de la pandemia el personal médico y de enfermería –que están en la primera línea de combate– fueran agredidos ante el temor de la ciudadanía por la letalidad del virus.
En ese sentido, el sociólogo e investigador por la Universidad La Salle, Felipe Gaytán Alcalá, afirmó que el sistema de salud no estaba preparado para la emergencia, “no porque no tuviéramos, sino porque se desarticuló lo poco que teníamos”.
Con enfermedad de familiares, le cayó el veinte
A casi un año de la pandemia, las historias sobre mexicanos que no creían en el Covid-19 hasta que alguien cercano enfermó se siguen contando.
Es el caso de Adriana Castro y Rosa Icela Álvarez, cuyos pacientes están internados en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), debido a que se contagiaron de dicho virus.
La primera de ellas, comentó en una entrevista, tomó en serio las medidas de prevención sanitaria que las autoridades difundían hasta que integrantes de su familia enfermaron.
Primero fue su esposo, quien necesitó de oxígeno para recuperarse; ahora se trata de su padre. El hombre –comentó Castro– es hipertenso, diabético y adulto mayor, lo que ubica en los grupos vulnerables que menciona el Gobierno.
Además, dio, tiene angina de pecho y recientemente, les informaron que “en cualquier momento será intubado, pues tiene los órganos dañados”.
Por otro lado, Rosa Icela expresó que hace meses “creíamos que era una mentira (el Covid-19), pensamos que era una cuestión política”.
Sin embargo, la incredulidad terminó cuando en junio pasado ella se contagió y tuvo que recurrir a médicos particulares, e incluso la herbolaria, para salir adelante.
Ahora, el enfermo es su padre, quien llegó al INER con 40 de oxigenación, por lo cual dijo que espera un milagro.
La mujer afirma que en la zona donde ella vive, San Andrés Totoltepec, alcaldía Tlalpan, decenas de familias se han visto rotas a causa del virus del SARS-CoV-2.
Mientras que ayer, globos, mensajes de aliento y aplausos marcaron el egreso de Raúl Moro, quien fue dado de alta del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias.
El hombre estuvo internado desde el 29 de enero pasado a causa del Covid-19, por lo que su familia festejó el que haya superado la enfermedad.
LEG