Una vista aérea muestra una extensa vegetación frondosa, interrumpida por unos techos en círculo: se trata del recóndito yano (casa comunal) del chamán Davi Kopenawa Yanomami, protagonista de A Última Floresta, un poético documental que ensalza la resistencia de estos indígenas amenazados por la minería ilegal en Brasil.
Su director, Luiz Bolognesi, regresa con esta cinta a la sección Panorama de la Berlinale, tres años después de llevarse una especial mención del jurado por Ex-Shaman, que denunciaba las maniobras de la iglesia evangélica para desacreditar a los chamanes en Brasil.
Pero para A Última Floresta Bolognesi (Sao Paulo, 1966) se propuso dejar de lado el discurso derrotista y eligió a un líder indígena combativo, Davi Kopenawa, uno de los más reconocidos mundialmente, laureado en 2019 con el Right Livelihood Award, el Nobel alternativo.
Al aceptar su propuesta para el rodaje, Kopenawa fue claro: “No quiero hacer un filme sobre víctimas, somos un pueblo muy fuerte, muy bello y con mucha salud”, dijo, según explica el director por videoconferencia.
El cacique, también coguionista, vela por la seguridad de los 120 indígenas que conviven en su yano en la Amazonía, haciendo huir a los pequeños grupos de mineros ilegales, pero también por el conjunto de los yanomamis, por quienes toma la palabra en la Universidad de Harvard al final de la cinta.
La tierra yanomami en Brasil, fronteriza con Venezuela, alberga a unos 27 mil miembros de esta comunidad y constituye la mayor reserva indígena del país.
“Peor” que en los años 1980
Rodado a mediados de 2019, el documental responsabiliza al gobierno del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro de la invasión de unos 20 mil mineros ilegales, acusados de destruir los bosques y contaminar los ríos con mercurio.
Una situación que recuerda a los años 1980 — cuando el descubrimiento de yacimientos de oro precipitó a 45.000 “garimpeiros” en la región –, pero “en peor”, según Bolognesi.
En esa época hubo “una movilización mundial”, que “obligó al gobierno brasileño a tomar medidas”, esto es, a reconocer oficialmente la tierra yanomami y a enviar a las fuerzas armadas para expulsar a los buscadores de oro, explica.
Ahora “no vemos lo mismo, tal vez el mundo esté distraído con la pandemia y otras cuestiones”, lamenta el director, confiando en que la situación cambie, especialmente ahora que los yanomamis también están expuestos al covid-19, que ya habría provocado varias muertes entre sus miembros, inclusive de niños.
Bolsonaro ha cuestionado la extensión de la tierra yanomami y defiende la explotación económica de áreas preservadas.
Pero A Última Floresta no se limita a exponer este y otros problemas de los yanomami –la partida de jóvenes atraídos por el capitalismo, la falta de comida…–, sino que refleja su vida en comunidad, su costumbre de compartir mitos, alimentos y tareas, y de disfrutar de los tesoros naturales.
Bolognesi cuida la luz natural, el sonido del río y el viento y deja brotar los colores intensos, como las largas plumas naranjas que lucen en los brazos los yanomami o los pétalos que las mujeres utilizan como pendientes.
Pese a que Brasil suele estar ampliamente representado en el Festival de Cine de Berlín, “A Última Floresta” es la única cinta del país seleccionada entre sus principales secciones en este año de pandemia, que obligó a presentar un programa en línea de solo cinco días.
No obstante, los organizadores esperan celebrar una segunda parte abierta al público en junio.
Pese a las circunstancias, Bolognesi sigue confiando en la fuerza del cine y de los festivales.
Las películas “no resuelven problemas, pero despiertan conciencias”, afirma.
Y el hecho de haber sido seleccionado en la Berlinale ya empezó a abrirle puertas en países como Estados Unidos, Canadá, Israel y Sudáfrica, que mostraron su interés por su documental producido por la brasileña Gullane, asegura.
AR