Abandonado por años pese a estar en el corazón de Roma, el colosal Mausoleo de Augusto, dedicado al hijo adoptivo de Julio César y fundador del Imperio Romano, fue reabierto esta semana al público, pese a la pandemia de Covid-19.
“Lo habíamos visto siempre en ruinas, aunque es en realidad uno de los monumentos más importantes de la antigüedad”, explica Alessia, la guía de larga cabellera pelirroja, que con mascarilla conduce a un pequeño grupo de visitantes entre los laberintos de ese enorme edificio de cinco recintos concéntricos.
“Era majestuoso, en Roma no se había visto algo de esas proporciones”, dice la joven.
El monumento funerario dedicado a Augusto, que reinó más de 40 años entre el 27 A.C. y el 14 D.C., tenía un tamaño colosal: la base cilíndrica, de 90 metros de diámetro, estaba coronada por un túmulo plantado de cipreses y en la cima dominaba una estatua de bronce dorado del emperador, instalada a 45 metros de altura.
En el centro del mausoleo, originalmente revestido de mármol blanco y travertino, una cámara funeraria estaba reservada al emperador y su esposa Livia, mientras las restantes estaban destinadas a miembros de la dinastía julio-claudia, que hace referencia a los cinco primeros emperadores romanos emparentados con Julio César: Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón.
La alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, manifestó su satisfacción por la apertura de “una obra maestra de la Roma antigua, un tesoro de inestimable valor, que renace con todo su esplendor”, dijo.
La mayoría de los romanos no lo han podido visitar dado que por años estuvo cerrado, abandonado, cubierto por
matas y medio derrumbado.
La historia del mausoleo ha sido atormentada: tras la caída del Imperio Romano, se convirtió en una fortaleza en la Edad Media, en un jardín italiano durante el Renacimiento, luego en una arena para toros y búfalos, hasta llegar a ser una prestigiosa sala de conciertos en 1908, donde dirigió piezas Arturo Toscanini.
AR