Al norte de la ciudad mágica, hay un área de casi cinco mil 300 hectáreas que a primera vista ofrece un paisaje seco y árido, de apenas unos cuantos árboles sin hojas, pero que en sus adentros sorprende con una rica variedad de flora y fauna, que va desde biznagas, mezquites y nopales, hasta una cantidad abundante de serpientes de cascabel, o anfibios, como los sapos.
La Sierra de Guadalupe se extiende en paralelo con la Autopista a Pachuca, desde Indios Verdes, a los pies del cerro del Chiquihuite, hasta pasar por Ecatepec, Estado de México, y bordear los municipios -también mexiquenses- de Coacalco y Tultitlán.
El nombre de la sierra se debe por su cercanía a la Basílica de Guadalupe. En la época prehispánica estuvo habitada por diversos pueblos que se asentaron en el valle; incluso los aztecas tenían en la base del cerro del Tepeyac un adoratorio dedicado a la diosa Tonatzin.
El ojo de 24 HORAS recorrió esta área natural protegida que cumple la función ecológica de captar el agua de lluvia para recargar los mantos acuíferos de la cuenca del Valle de México.
Las imágenes son de la zona semidesértica de la sierra, pues también también hay otra parte con un bosque de coníferas.
LEG