Según datos de la Encuesta Nacional sobre Corrupción e Impunidad 2021 (ver: https://bit.ly/3s5kmcY), el discurso anticorrupción del presidente López Obrador ha perdido bastante credibilidad en los últimos dos años.
Este ejercicio de Mexicanos contra la Corrupción e Impunidad y el periódico Reforma indica, por ejemplo, que sólo el 43% de los mexicanos aprueba las políticas anticorrupción del Gobierno Federal. En 2019, este dato era de 70%; es decir, cayó 27 puntos.
Por otro lado, en 2019, el 52% creía que la corrupción iba a disminuir en los siguientes 12 meses. Actualmente sólo el 29% piensa eso. Esto implica una caída de 23 puntos. Además, hoy el 43% piensa que el próximo año “habrá más corrupción” en México.
Pero hay una cifra en específico que seguramente causó escozor considerable en Palacio Nacional: en 2019, solo el 22% de los mexicanos consideraba a López Obrador como un “corrupto”. Pero en 2021, esta cifra subió 12 puntos, hasta alcanzar el 34% de la población.
Después de las propiedades y los respiradores de Bartlett; el vídeo de Pío recibiendo dinero; las casas de Sandoval; los contratos de Felipa; y las irregularidades por 100 mil millones de pesos en 2019 en materia de gasto federal, la gente empieza a dudar de las palabras y las intenciones del presidente.
Paradójicamente, la corrupción morenista está teniendo un efecto positivo para la democracia mexicana. Con cada nuevo escándalo, más mexicanos se percatan de la hipocresía estructural del régimen obradorista. La sesión de hipnosis que comenzó en 2018 empieza a perder su efecto. Por el bien de la República, yo y muchos otros esperamos que ello también se refleje en las urnas.
@AlonsoTamez